Rusia continúa su operación militar especial sin mostrar debilitamiento. Ha usado sus armas más avanzadas para demostrar la vulnerabilidad del sistema de suministro de material bélico de la OTAN y para amenazar con más daños que podría infligir. Los países adscritos a la OTAN deben, en la hora de la realidad, comenzar a tomar decisiones.
Las guerras representan un choque de intereses, no de ideas. En la actualidad, no pueden ser vistas al margen de la competencia imperialista. Y, sin embargo, la campaña occidental en Ucrania se viste en el más sublime de los idealismos.
En estas semanas de conflicto, los campos de batalla en Ucrania son sólo uno de los frentes de la guerra. El enfrentamiento se libra, también, en otros frentes y a escala mundial.
La “operación militar especial” de Rusia significó un golpe casi demoledor para las proyecciones norteamericanas y europeas. Ante la imposibilidad de usar su maquinaria bélica, promovieron una guerra de sanciones para condicionar el desarrollo del conflicto. Los acontecimientos diarios demuestran que no lo han logrado.
Mientras se realizan las negociaciones entre Moscú y Kiev, la lucha continúa en todos los frentes de batalla. En los próximos días veremos la aniquilación de las fuerzas que defienden Mariupol y el avance de los cercos a las tropas de ucranianas.
Como decían los griegos, la base de la cultura occidental, la moralidad es escoger siempre lo bueno, ante lo malo, no como una opción, sino como una obligación humana. Vemos hoy día que países que se dicen los paladines de la “libertad, la justicia, la verdad y la democracia” hacen caso omiso del actuar correcto y se muestran como son de verdad: regímenes que son inmorales.
La “operación militar especial” rusa se ralentizó, mientras se efectúa la lenta la evacuación de los habitantes de las ciudades sitiadas a través de corredores humanitarios. Se espera que comience una segunda etapa que culmine con el ingreso a los grandes centros urbanos y el aniquilamiento de las unidades nacionalistas rodeadas.
Cada cierto tiempo en Latinoamérica nos tiene acostumbrado Estados Unidos a que seamos partícipes de sus políticas contra regímenes que considera que están contra la “democracia y la libertad”. Sus llamados tienen eco en un grupo de la sociedad que quiere ser parte del poder, los pequeños burgueses.
Desde hace dos semanas ronda por la mente de muchas personas una fantasma aterrador: el riesgo de una guerra mundial que afectaría a todo la Tierra.
El régimen de Ucrania se encuentra ante un dilema estratégico: capitular ahora o convertir la guerra en un conflicto prolongado, como el de Siria, con un costo humano inconmensurable. Estados Unidos favorece la segunda opción. Otros aliados occidentales, quieren que el gobierno ceda. Por ahora, Kiev quiere más tiempo para decidirse.
La reunión entre los cancilleres rusos y ucranianos en el balneario turco de Antalya, prevista para este jueves, representa la primera seria señal de que el conflicto pudiera transitar por una vía política. A pesar de la ofensiva propagandística y las sanciones en contra de Rusia, es el régimen ucraniano el que se va quedando sin opciones.
Con cada día, la fuerza de las tropas de Rusia y de las repúblicas populares se impone a un ritmo desgastante y cruento. El régimen de Kiev busca forzar la escalada internacional de conflicto, con cada vez menos éxito.
El mundo se ha acostumbrado tanto a las “guerras de baja intensidad”, “híbridas”, “humanitarias” o simplemente, irregulares, que ya se ha olvidado de que, en un enfrentamiento armado entre dos Estados -una guerra, pues- también hay reglas y leyes que se deben cumplir.
Hoy comenzó el asalto a la ciudad de Mariupol, ubicada en la zona sureste de Ucrania. Las fuerzas combinadas rusas y de la República Popular de Donetsk lideran la tarea de aniquilar al batallón Azov.