Una peligrosa provocación

La caída de un misil en territorio polaco activó, durante un breve e incierto momento, la posibilidad de una ampliación de la guerra en Ucrania. El incidente dejó claro que los riesgos de una catástrofe aumentan y quiénes son los que los promueven.

La noticia fue inquietante. En medio de una renovada operación rusa en contra de objetivos estratégicos en Ucrania, de los choques en la cumbre del G-20 entre el bloque pro-Washington y el resto de las naciones representadas en ese foro económico, y los rumores sobre posibles negociaciones entre Moscú y Kiev, se informó el martes del impacto de un misil en territorio polaco.

Dos trabajadores agrícolas murieron en el asentamiento de Przewodów (se pronuncia, simplemente, Pshevoduv), a poco menos de siete kilómetros de la frontera con Ucrania. Rápidamente, el gobierno polaco indicó que los misiles (en un inicio se habló de dos) serían fabricación rusa y convocó a una reunión de emergencia de sus órganos de seguridad.

Pronto, las autoridades polacas declararon que invocarían el artículo 4 del tratado de la OTAN. Eso llevó a una confusión -deliberada o, quizás, sólo ignorante- en los medios internacionales y, desde luego, en los chilenos.

El artículo 4 de la carta de la OTAN faculta a sus estados miembros a convocar a consultas ante amenazas a su seguridad. Es el artículo siguiente del tratado, el quinto, es en el que las partes se comprometen a responder conjuntamente a un “ataque armado” de una potencia extra-OTAN.

Y, justamente, esa posibilidad era la que se abría ante el incidente. Al menos, eso fue lo que pidió el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, quien exigió una “rápida respuesta” de la OTAN. Otros funcionarios del régimen de Kiev ahondaron en la provocación, desafiando al pacto militar a atacar a Rusia, si es que no quería quedar como “cobarde”.

También en Polonia, las voces de la provocación hicieron de las suyas. Pero muy pronto quedó claro que el gobierno de Varsovia estaba bajo presión de Estados Unidos de frenar la escalada de declaraciones belicistas.

La evidencia que había sido recogido en terreno no dejaba margen a la duda. En imágenes captadas en el sitio del impacto, expertos podían distinguir con claridad los restos de un misil antiaéreo ucraniano S-300. ¿Cómo había llegado allí? ¿Se había desviado accidentalmente, luego de perder su blanco? ¿Había sido disparado de manera intencionada hacia Polonia para provocar una crisis?

Los restos del misil S-300 ucraniano en Polonia

Las acciones de régimen de Kiev enfrentan una suspicacia cada vez mayor en Occidente. Un diplomático de un país de la OTAN, citado por el periódico británico Financial Times, declaró, protegido por el anonimato, por cierto: “esto ya se volviendo ridículo. Los ucranianos están destruyendo nuestra confianza en ellos. Nadie había culpado a Ucrania y ellos mienten abiertamente. Eso es más destructivo que un misil”.

El impacto del misil coincidió con un nuevo paquete de asistencia militar estadounidense al régimen de Kiev, por 21 mil millones de dólares.

El aumento de la ayuda militar es coherente con la perspectiva de una prolongación del conflicto. La retirada de las fuerzas rusas de la banda occidental del río Dniéper y la entrega de Kherson, la capital de la provincia del mismo nombre que fue anexada al territorio de la Federación Rusa, sugiere que la dirigencia de Moscú optó por concentrar su esfuerzo en el frente oriental, en Donezk y Luhansk.

La «democracia» reina en Kherson: fuerzas ucranianas maltratan a habitantes de región acusados de ser pro-rusos

Ya eso es un indicador que las hostilidades continuarán en el tiempo. Ello impondrá un costo humano aun mayor sobre las fuerzas ucranianas que sólo es compensado por el ingreso de más material bélico occidental.

Las perspectivas en ese tipo de enfrentamiento no son favorables para Ucrania, que enfrentará una creciente presión por abrir negociaciones para un alto al fuego de los países europeos conforme avance el invierno y se profundice la crisis energética.

El régimen de Kiev busca romper ese destino con crecientes campañas de provocación que amenazan con una extensión del conflicto.

Ya es hora de que los gobiernos, incluyendo el chileno, que se han sumado a la postura belicista de la OTAN fijen una línea de demarcación clara en contra de esa política irresponsable.