“Si se desconocen los dos tercios, la convención se acaba”. La sentencia de un constituyente enmarca el debate de este martes sobre el quórum para aprobar las normas elaboradas por la convención constitucional. Entonces, todos sabrán quién es quién, más allá de los discursos.
En un tumulto terminó el intento del “nuevo centro” de la convención constitucional de extender -literalmente, por secretaría- el quórum de dos tercios en el reglamento de la convención. Ante la resistencia, sin embargo, cedió rápidamente.
En el momento mismo en que la convención constitucional debe debatir la propuesta de reglamento elaborado por el “nuevo centro”, el Frente Amplio, la ex Concertación, en alianza con la derecha, los promotores del gran acuerdo empiezan a perder los nervios.
En apenas un mes de deliberaciones, la convención constitucional se debate, aparentemente, entre dos polos: “no hacen nada” y “se han logrado grandes avances”. Pero el criterio de evaluación debe ser otro: en qué medida representa las aspiraciones y demandas del pueblo de Chile. Y en eso ha reprobado.
Es imposible hablar de derechos humanos en general, discurrir en grandes abstracciones, “pensando en el futuro”, cuando en el presente se están violando de manera directa y constante. Pero exactamente eso es lo que pretende hacer la convención constitucional. ¿Y qué mejor que tener reales violadores de los derechos humanos que aporten con su experiencia al diálogo?
Algunos constituyentes ya se están poniendo nerviosos. Se preguntan cómo le van a explicar el trabajo de tres semanas de sesiones a sus electores. Los partidos del régimen, en cambio, están contentos. Van consolidando posiciones. Pero han debido recurrir a alianzas encubiertas con la derecha para lograrlo.
Este domingo se abre la convención constitucional. Fue diseñada, hasta el último detalle, por los partidos del régimen, para que su desarrollo y su resultado diera “garantías”. O, al menos, así lo esperaban cuando, entre cuatro paredes, negociaron la salvación del gobierno Piñera.
El 23 de junio de 1789, en la Catedral de San Luis de Versailles, la voluntad del pueblo, a través de sus diputados del Tercer Estado, se confronta a la voluntad del rey. Es el comienzo del final. Se parece a algo que está ocurriendo hoy, 222 años después.
No se atrevieron. El gobierno echó pie atrás con su plan de que el presidente de la Corte Suprema inaugure la convención constitucional. Pero no ha renunciado a su propósito permanente: que sea el actual régimen el que haga un rayado de cancha a los constituyentes. Se olvidan cómo llegaron a todo esto; el único que pone límites aquí, es el pueblo.
A última hora e improvisando, como siempre, el gobierno prepara la sesión inaugural de la Convención Constitucional. A falta de ideas de cómo proceder, La Moneda dice que organizará un acto “minimalista”. Con eso se refieren a que Piñera no va a estar. Pero, igual, quieren poner la pata encima. Este domingo, se informó, Piñera […]