Medio Oriente es sinónimo de una crisis perpetua incentivada por potencias externos. La crisis sigue, pero todo lo que la compone está cambiando.
Estados Unidos lanzó su tercera tanda de ataques aéreos en contra de Yemen. El objetivo declarado de la escalada es golpear a las milicias huties en ese país y restablecer el tránsito marítimo en Mar Rojo. La feble coalición militar, digitada por Washington y Londres, está logrando exactamente lo contrario.
La marcha popular por el aniversario del levantamiento del 20 de diciembre 2001 superó el intento del gobierno de establecer un estado de sitio de facto en Buenos Aires. Milei respondió en la noche con un febril y confuso “paquete de medidas”, en medio de un masivo concierto de cacerolas.
Todo el respaldo económico y militar al régimen ucraniano no ha logrado que consiga lo que deseaba ardientemente la OTAN: la derrota y humillación de Rusia.
Tras el jolgorio de la asunción del mando, el nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, presentó su programa de “shock”. Las llamadas “medidas de emergencia” apuntan al bolsillo de los trabajadores, pero también revelan que el nuevo gobierno no tiene idea de qué hacer frente a la crisis financiera.
Henry Kissinger, muerto a los 100 años, es considerado el máximo exponente del pragmatismo político, ajeno a valores morales y que no repara en medios. Por ello es, con razón, odiado por muchos. Otros, los de siempre, lo admiran. Pero Kissinger es mucho menos que eso. En realidad, no merece sentimientos.
O “¡chuta!”, como diríamos acá. Javier Milei prometió el caos para el país, pero éste ahora lo envuelve a él y a su hermana y a los perros… y al capital, temeroso de un derrumbe sin precedentes (y eso que precedentes hay en Argentina). Al final, lo de “libertario”, motosierra y demás, fue puro humo.
…a esta realidad tan charcha. Javier Milei es más de “La Renga” que de Mauricio Redolés. Pero su claro triunfo en la segunda vuelta presidencial argentina es expresión del derrumbe de un régimen. Ante la inminente catástrofe económica, el viejo mecanismo del “mal menor” estalló en mil pedazos. A un paso del abismo, “la libertad”…, pues, “avanza”.
Israel y los palestinos están en un enfrentamiento que lleva décadas entre el ejército hebreo y un conjunto de organizaciones. En la jerga militar estadounidense esto denomina “conflicto de baja intensidad”. Después de la ofensiva palestina del 7 de octubre en Gaza, ya no es posible usar ese eufemismo.
No “esa” inflación; la otra. Contrario a las encuestas y las expectativas de una victoria en primera vuelta, la inflación del “fenómeno Milei” perdió aire y quedó en segundo lugar, tras el abanderado peronista, Sergio Massa.
El ataque a un hospital en Gaza dejó centenares de muertos y devela el carácter de la guerra que Israel pretende librar en contra de la resistencia palestina. La matanza provocó repudio y movilizaciones en todo el mundo. Mientras, Gaza se prepara para nuevos ataques israelíes.
A pesar del shock y la sorpresa, el gobierno israelí no lo dudó. Inmediatamente calificó el ataque palestino desde Gaza como una “guerra”. El régimen israelí llama a todo acto de resistencia en su contra “terrorismo”. Por eso, el uso del término es algo nuevo. Pero todo indica que, esta vez, tienen razón.
Un vasto movimiento de milicianos palestinos, por aire, mar y tierra, rompió el bloqueo a Gaza y sorprendió a las fuerzas israelíes en los contornos de la franja. La “tormenta de Al Aqsa” tomó desprevenido al régimen israelí, que declaró un estado de guerra en contra de los israelíes.
La campaña de verano de la OTAN en Ucrania se acerca a su fin, Las fuerzas ucranianas están lejos de conseguir sus objetivos. Pero eso no significa que se abra la perspectiva del fin de la guerra. A pesar de todo, las potencias occidentales parecen decididas a mantener vivo el conflicto, con más envíos de armas, material y dinero.