Es muy común que la burguesía convierta sus asesinatos, abusos, encarcelamientos y otras atrocidades en una epopeya, un relato orientado y conectado con el progreso y un destino manifiesto otorgado por la providencia y el imperio de turno.
Por un día, todos estuvieron ‘con la pera’. El escándalo de las grabaciones del abogado Hermosilla amenazaba revelar más robos y coimas. Pero pronto, el régimen pudo dar un profundo suspiro: funcionarían las instituciones. Podían estar tranquilos.
Tras mas de un año de prisión preventiva sin juicio. Sin testigos y sin pruebas, la justicia siguió el requerimiento del gobierno y de la fiscalía y condenó a quince años de cárcel a los cuatro weichafe de la CAM.
Se cerró el gallinero del consejo constitucional, y los pollos no tienen a dónde ir. Volar, no pueden. Así que caminan como alma en pena. Algunos cacarean “clo-clo-‘ncontra”. Otros, “clo-fa-clo-vor”. Pero están todos metidos en el mismo lío, y no saben cómo salir.
Lamentablemente, no por una postrera intervención de la autoridad sanitaria, sino por decisión de los propios pollos. Estos declararon su tarea cumplida con la aprobación de un texto constitucional que los retrata de cuerpo entero: reaccionarios, fanáticos, pusilánimes, cínicos y estúpidos.
Desde antes de su detención y posterior prisión preventiva de más de un año, se comenzó a tratar a los comuneros Ernesto Llaitul, Esteban Henríquez, Nicolás Alcaman y Ricardo Reinao como enemigos del Estado. Eso ha sido más visible en los días del juicio, en que se les ha negado ciertas garantías procesales, se les ha deshumanizado en cada relato y se les han quitado, incluso, el derecho a la presunción de inocencia.
El “en contra” en el plebiscito constitucional va arriba en los sondeos. La derecha promete, sin embargo, que puede dar vuelta el partido. Ahora uno de los principales operadores de Piñera, el director de la encuestadora Cadem, reveló cómo eso podría ocurrir. La respuesta es aterradora.
15 días lleva el juicio oral en Los Ángeles a los cuatro comuneros pertenecientes a la Coordinadora Arauco Malleco. Y hasta ahora – a juicio de familiares y abogados defensores- el Ministerio Público no ha sido capaz de demostrar siquiera que los imputados se encontraban en el lugar de los hechos.
Ya terminó, casi, el famoso proceso constitucional. Pero, inseguros de cómo proceder, los partidos del régimen quieren estirar los plazos hasta el final. Ojalá, se dicen, entremedio, pase algo… una luz cegadora, un disparo de nieve. O algo así.
¿Una aberración social, una oportunidad desperdiciada, una derrota? En una declaración, el Partido de los Trabajadores afirma que el 18 de octubre de 2019 no fue un “estallido”, sino un levantamiento que le dio al pueblo la experiencia necesaria para acabar con este sistema.
Cuesta llevar la cuenta. Esta vez no está claro el origen. Dicen que fue la lluvia temprana de primavera, la humedad en el fundo y la multiplicación desmedida de los hongos. Se habría comido uno sin querer. Lo dejaron viendo triple. El Rojo Edwards, en cambio, amaneció con la resaca del clona. Deprimido, todo va mal. Volaron plumas en el gallinero.
La comuna de Til-Til decretó el cierre de nueve colegios. Dejó a los alumnos y a los profesores en la calle. A los docentes les pagan tarde, mal y nunca; además, les llevan años robando las cotizaciones. ¿El gobierno? Bien, gracias.
Luego de poco más de una semana de debate y votaciones del llamado consejo constitucional, sus miembros tan exhaustos como desconcertados. “¿Qué vamos a hacer ahora?” Aunque ya salten los planes B, C y D de los partidos del régimen para ordenar el gallinero, hay poco lo que se pueda remediar. Penita.
El ex presidente, Sebastián Piñera, sorprendió con una revelación sensacional: hubo un “golpe de Estado” en Chile el 2019, pero “no tradicional”, agregó. Interesante.