Una pléyade de mandatarios de países latinoamericanos trató de mostrar sus cualidades de líderes mundiales exhortando a la finalización de un conflicto en las antípodas del mundo. Muchos de ellos han tratado a su pueblo de la misma manera en que Ucrania trataba a su población del Este, violando sus derechos humanos, encarcelándolos y matándolos.
Podría ser cortar y pegar. Cuando leemos sobre el Caracazo, el gran levantamiento popular venezolano de fines de los 80, leemos sobre el levantamiento popular chileno. Comenzó en Guarenas, un pueblo cercano a Caracas, por el alza del transporte y se extendió como la pólvora, con fuerza imparable, en todo el país.
Cuando terminen las hostilidades en Ucrania -que eso ocurra pronto es una simple hipótesis entre otras, más amenazantes- una de las formas en que será recordado, desde el punto de vista técnico, el enfrentamiento bélico será la de la “guerra de la jabalina” o, más preciso, del Javelin, la moderna arma anti-tanques estadounidense.
El freno al avance ruso en Ucrania, decretado por Moscú el viernes, a la espera de una definición del régimen local, no logró el objetivo deseado. El gobierno de Kiev busca retrasar la definición. La consecuencia es que las operaciones serán más cruentas y destructivas.
Las potencias occidentales acordaron desconectar a varios bancos rusos de SWIFT, una red que procesa y valida los pagos transacciones comerciales a nivel mundial. Esas sanciones podrían tener el efecto contrario al esperado.
Lo llenaron de epítetos poco amables, de lado y lado y por todos lados. Fue necesario que el periodista estrella de Luksic fuera a pasar frío a la frontera polaca-ucraniana como “reportero de guerra” para quedar expuesto en lo que es: un servil pusilánime de los intereses patronales. Una pequeña venganza de las redes sociales nunca está demás.
Un día después de la “operación militar especial” rusa en Ucrania, los atacantes han ralentizado su avance, a la espera de una definición del régimen de Kiev. Ya hay señales de posibles negociaciones de un cese al fuego. Luego de las sanciones anunciadas el jueves, las potencias occidentales se han remitido a gestos mayormente simbólicos.
Las grandes potencias occidentales se superan en condenas a la invasión rusa a Ucrania. Y muchos países dependientes les siguen la corriente, expresando su indignación. México hizo un pequeño contrapunto que debe ser considerado.
El ataque ruso sobre la infraestructura militar de Ucrania tuvo, en su primera fase, un efecto devastador sobre el régimen de Kiev. La acción militar fue tan fulminante que sorprendió a las defensas ucranianas y a las potencias occidentales, a pesar de las continuas advertencias de una “invasión inminente” proferidas por Washington.
La imagen de la guerra, con razón, provoca horror. Pero su destrucción y crueldad no son accidentes o “retrocesos de la civilización”, sino parte integral de un mundo marcado por conflictos y choques de intereses. Quien quiera acabar con las guerras, deberá comprender qué factores las provocan y luchar por suprimir sus causas.
El mundo reaccionó con pavor ante la aplastante operación militar ejecutada por Rusia contra Ucrania, pues se realizaba en pleno territorio europeo y no en el tercer mundo, campo propio de las guerras de las potencias del mundo occidental.
La decisión del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de reconocer las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk como naciones soberanas, descolocó a Estados Unidos. La respuesta de Washington a esa sorpresa es escalar aún más el conflicto.
Está en marcha la guerra en Ucrania, bombardeos y sabotajes a las repúblicas separatistas anticipan el posible paso del régimen ucraniano, que trata de involucrar en el conflicto a Rusia.
Un par de mexicanos hackearon el audio-guía del museo etnográfico de Viena para contar la verdad sobre cómo llegó el Penacho de Moctezuma, emperador azteca, al museo europeo. Una pieza robada como tantas otras, por los colonizadores durante el proceso de saqueo en América Latina.