Cancelados

“Los defensores de la libertad” han llevado su campaña en contra del gobierno ruso a un verdadero frenesí. Las acciones de las potencias imperialistas en contra de países pequeños, como Cuba o Venezuela, se trasladan ahora, que van en contra de Rusia, a una escala mundial, sin precedentes y sin límites.

Valery Gergiev ya tenía planchado su traje negro, la camisa, almidonada, y los zapatos, lustrados, cuando le avisaron: el día siguiente, mejor que no fuera al trabajo. Sus jefes no estaban contentos.

Ese llamado, tan común, en este caso tenía algo excepcional: Gergiev no es conductor de limusina, sino de orquesta. Su trabajo, el domingo pasado, era dirigir a la Filarmónica de Viena en el Carnegie Hall de Nuevo York. O sea, lo mejor de lo mejor. El programa de esa noche estaba tirado a lo sensual: Debussy, Ravel y la Sheherazade, de Rimsky-Korsakov.

Pero el público, que había pagado su entrada para ver a Gergiev, debió quedarse con las ganas. El problema del director es que él es… ruso.

Y Gergiev recibió pronto más noticias malas. La Filarmónica de Munich donde ejerce como director general le puso un ultimátum de 24 horas: o se pronuncia en contra del gobierno de su país o también lo echarían. Le pedían, como Stalin, que abjurara. Gergiev no cumplió, y perdió esa pega también, al igual que todas las presentaciones previstas en los países occidentales.

Tan sumaria como las grandes instituciones culturales, ha sido la reacción de los organismos deportivos. La FIFA y la UEFA, tan celosos de cualquier pronunciamiento político de los jugadores en la cancha, simplemente descalificaron a la selección rusa de las eliminatorias del Mundial, y a los clubes rusos.

Las competencias internacionales nunca han estado ajenas a vaivenes políticos y boicots. Pero, comúnmente, se trataba de medidas adoptadas unilateralmente por distintos países, no por los organismos que organizan los torneos.

En los juegos olímpicos de invierno, en China, ya hubo una especie de boicot, pero diplomático: no acudieron representantes políticos de las potencias occidentales.

Es curioso, porque, en su origen, las olimpiadas griegas tenían una característica noble, pues se realizaban cada cierto tiempo, incluso en periodos de guerra las diferentes polis presentaban sus representantes, dando a entender que el estado de guerra era sólo pasajero.

Pero ahora, no.

El Comité Olímpico Internacional no permitirá a los competidores rusos llevar uniformes, símbolos, banderas y su himno nacional, si quieren competir. Federaciones deportivas, entre ellas, la de ajedrez, de hockey sobre hielo, patinaje, se han sumado a las sanciones.

En el ámbito científico, universidades han cancelado programas con entidades rusas. Y el alcance de la supresión de todos los lazos, incluso, se extiende al espacio. Alemania ordenó desconectar el telescopio eROSITA, instalado en el observatorio orbital ruso Spektr-RG.

En el ámbito de las comunicaciones informáticas, Google, YouTube, Facebook, Tik Tok e Instagram bloquearon los canales rusos RT y Sputnik en Europa, y etiquetaron a sus periodistas como auspiciados por Rusia. También la Comunidad Europea bloqueó o censuró las señales de los medios rusos, aduciendo que divulgaban “desinformación”.

En el transporte aéreo, la Unión Europeo prohibió los vuelos de las aerolíneas rusas en su espacio aéreo y hacia cualquier destino dentro del suelo ruso.

Los “defensores de la libertad” golpean así la libertad de comercio, de transporte, de expresión, de la cultura, etc., a una escala inédita. Ucrania, poco tiene que ver con esto. En este escenario sólo juega un papel secundario.

El bloqueo global en contra de Rusia, impuesto con los métodos de la mafia, todos juntos y al unísono, revela la verdadera faz de la “democracia occidental”.