Fueron perseguidos por la “Fuerza de Tarea de la Macrozona Sur”. Enfrentaron un juicio amañado. Realizaron una dura huelga de hambre. Ahora, un tribunal desechó por, segunda vez, las acusaciones del gobierno y del Ministerio Público y los absolvió. Los cuatro militantes de la Coordinadora Arauco Malleco recobraron su libertad. Todo, gracias a la lucha.
Cuando el jefe de la UDI apareció en público a defender a su padre, condenado de abusos sexuales en contra de dos niñas de su propia familia, reinó el desconcierto. ¿Por qué haría algo que cualquier persona -decente, se entiende- entendería como perjudicial para su reputación? Ahora se sabe la respuesta: se estaba dando un gusto perverso. Le refregó en la cara al país un simple hecho: a “ellos” no los toca nadie.
Dos personas murieron en un intento de asesinato al ex presidente Donald Trump durante un acto de campaña. La mayor democracia brinda al mundo una nueva lección de la salud de sus instituciones.
Libre de polvo y paja salió el paco que en 2020 lanzó a un joven desde el puente Pío Nono al lecho del río Mapocho. El veredicto de los jueces es un exquisito monumento al “garantismo” judicial, es decir, aquella actitud de la justicia de la que ningún otro acusado -que no sea paco o represor- ha gozado ni podrá gozar nunca.
Quedan, en rigor cronológico, dos años para termine este gobierno; es la mitad del mandato. Pero la política no funciona así. Cuando se tiene una administración tan débil, todo se acelera. Los buitres ya rondan en el gallinero oficialista, que no podría estar más revuelto. Las plumas vuelan.
Así son los patrones. En este caso, el terrateniente y cerdo inmoral Eduardo Macaya abusó sexualmente de niñas de su propia familia. Fue declarado culpable en dos de varios casos que se conocieron en el juicio. Los jueces determinaron que, por ahora, no tiene que ir a la cárcel. Puede quedarse en su fundo.