Y huele mal. Un reportaje de Chilevisión expuso, con gran fanfarria, cómo Metrogas elude las regulaciones legales para cobrar sobreprecios a los consumidores y abultar sus ganancias. Pero la trama detrás de estos hechos es mucho más oscura.
Cuando la prensa burguesa se lanza en contra de una gran compañía transnacional siempre hay una segunda intención y, comúnmente,… otro grupo económico.
Por eso, cuando el periodista Daniel Matamala presentó su reportaje de “investigación” sobre cómo Metrogas usa una empresa espejo, Agesa, para burlar los límites a la rentabilidad, aumentar sus ganancias y cobrarle de más a los consumidores, valía la pena estar atentos.
No es normal que los canales de TV se lancen en contra de sus avisadores y perjudiquen a los que, en efecto, son los dueños del país.
Y lo primero que llamó la atención es que el abuso denunciado es patente, abierto y fácil de entender, lo que es raro, cuando se trata resquicios legales y trampas contables. Pero más raro es que Matamala presentó como gran descubrimiento lo que ha sido un escándalo público a partir de ¡2014!
Si hasta el viejito de la Conadecus, la organización de consumidores, ya había presentado una demanda colectiva ante los tribunales el año pasado.
¡Menuda primicia!
El origen de la separación mañosa de las operaciones de Metrogas está en la compra de la compañía, hasta entonces perteneciente al grupo CGE, por la española Gas Fenosa, uno de los grupos económicos dominantes del país europeo. Siguiendo una moda muy difundida entre los monopolios, esa empresa se cambió de nombre. Ahora busca ocultarse tras una denominación de complemento vitamínico: Nutrigy.
Lo primero que hicieron los españoles cuando llegaron a Chile fue aplicar el mismo método probado que usan en su país: crear empresas truchas que se dividen las operaciones, pero juntan las ganancias.
En ese momento, el gobierno de Michelle Bachelet había iniciado un proceso de reformas legales al sector eléctrico y del gas. La jefa de Estado, recién asumida, se reunió, en octubre de 2014, en Madrid con los directivos de Fenosa-Nutrigy. La mandataria señaló que “la razón que han dado (los jefes de Fenosa) para esta operación es que Chile presenta muchas oportunidades y ofrece un marco regulatorio muy estable. Esto muestra el vigor y la proyección que pueden encontrar las empresas españolas en nuestro país”. Los españoles, por su parte, respondieron que Chile era “el mejor país de Latinoamérica para invertir”.
Está quedando claro para dónde van los tiros ¿no?
Porque el famoso, y muy celebrado, cambio regulatorio fue dirigido por el entonces ministro y actual presidente de Codelco, recién designado por Boric, Máximo Pacheco Matte. Bajo su iniciativa, la ley que fue despachada por el Congreso legalizaba la maniobra trucha de Metrogas.
Ni siquiera lo escondieron. Todos lo comentaron en su momento. Y desde entonces Fenosa-Nutrigy-Metrogas ha hecho de las suyas. Según un estudio de la Fiscalía Nacional Económica se ha embolsado entre 61 y 69 millones de dólares anuales con esta trampita.
Pero ocurrió un problema: el tropiezo típico de los monopolios hispanos que se lanzaron a la reconquista de América.
Pese a que era “el mejor lugar para invertir”, entre otras razones, porque manejaban a los gobiernos locales, se les acabó la plata. O, mejor dicho, no pudieron pagar las deudas con las que habían financiado su expansión en ultramar.
¿Qué hicieron? Caja. Vendieron activos para evitar la quiebra. En el caso chileno, se deshicieron de sus activos en el sector eléctrico. Los compradores fueron -signo de los tiempos- la empresa estatal de electricidad de China, cuyo presidente ejecutivo, Xin Baoan, muy característicamente, es también el secretario del grupo del Partido Comunista en la empresa. Camarada.
A los españoles les queda Metrogas. Pero están debilitados. También en España la competencia acecha, los reguladores amenazan, y las acciones bajan y bajan.
Y aquí entra el nuevo gobierno -y el anterior, también.
En los finales de su mandato, Piñera presentó un proyecto de ley -supuestamente- para enfrentar la colusión de las empresas del gas licuado, el que va en cilindros o balones de gas. Supuestamente, porque se trató de la típica comedia para proteger a las compañías.
Pero, en un artículo transitorio, le pega su buena estocada a Metrogas y elimina el tratamiento preferencial que había obtenido bajo el gobierno de la Concertación-Nueva Mayoría.
Interesante. Unos pierden, pero, en realidad ganan; otros pierden y pierden, nomás.
Cuando asumió el nuevo gobierno, sin embargo, el pasado 10 mayo, Boric mandó a retirar el proyecto.
Y, ahora, en medio del escándalo público convenientemente creado, el piñerismo, a través del ex ministro de Energía, Juan Carlos Jobet, denuncia que el gobierno quiere salvar el negocio trucho de Metrogas.
Aunque esa gente no tiene autoridad moral ni para acusar al Chapo Guzmán, igual podría ser.
Al fin y al cabo, Boric ha favorecido en sus designaciones en cargos estratégicos a figuras de la más excelsa corrupción concertacionista, entre ellos el ya mencionado Pacheco Matte, cerebro de la operación en favor de Metrogas, y que ahora se hace el… desentendido.
¿Qué hay detrás de esta trama?
Lo mismo de siempre.
En una nación dependiente, en un régimen dominado por los grandes grupos económicos, internos y transnacionales, los gobiernos están para hacerle el servicio a los capitales.
Lo ocurre es que estos compiten. Y ahora toca la temporada de cacería.
Para que uno gane, otro debe perder. Usted saque las cuentas quién va contra quién en este negocio, cuyos precios, justo, justo, están por las nubes.
¿Cómo terminará esta historia?
Está por verse.
Para los trabajadores, da igual, porque no les queda otra, para que no les roben, deshacerse de toda esa lacra, sin excepciones y sin contemplaciones.