Otra vez, los políticos monopolizan los titulares de los medios de comunicación, los economistas gozan con sus “teorías”, mucho espectáculo, gran frivolidad; nada de esto se condice mucho con la realidad del país y del mundo. Parece que se cocina “a fuego lento”, presto a explotar.
Ya hace más de un año que el país y el mundo vive desequilibrado por el coronavirus. Un fenómeno considerado inicialmente como pasajero, ha movido las relaciones sociales, económicas y políticas de las sociedades.
Antes de la pandemia, estábamos inmersos en una crisis política. Los regímenes de distintos países quedaban inmovilizados por una falta de seguridad en el futuro. No había, tampoco, ninguna potencia mundial que marcara un rumbo. Cada uno tenía que vérselas por sí mismo.
Eso derivó, en diversas partes, en una crisis social o, hay que decirlo, en un recrudecimiento de la lucha de clases. Apareció, enmascarado de diversas formas, el fantasma latente de la clase oprimida que busca su lugar histórico. Al mismo tiempo, se veían los cielos borrascosos en la economía. Los ciclos de las crisis hacían evidentes los ajustes que serían estremecedores para los trabajadores y que los regímenes políticos no se atrevían a realizar, por temor.
Se trata de un conjunto de crisis, conjugadas todas al mismo tiempo, superpuestas; una tan importante como la otra. Esa es la realidad en que estamos hoy.
En Chile, la crisis económica fue la más importante hasta el 18 de octubre del 2019, donde entró a jugar la crisis social con tanta fuerza, que el régimen político se vio enfrentado a su muerte.
Selló nuevas alianzas, usó sus últimas reservas para sobrevivir… cuando vino la pandemia.
La emergencia sanitaria mundial mostró la miseria del sistema, y distendió las otras crisis, políticas y sociales. Le dio un tiempo de vida adicional al régimen. Pero también selló su suerte, pues tuvo que gastar todos los recursos que había acumulado para enfrentar la crisis económica.
Hoy la clase dominante está en un problema mayúsculo. Sus economistas creen que se puede evitar volviendo a antes del 18 de octubre, cuando el régimen hacía y deshacía. Pero esos tiempos ya pasaron. Y todos los parches que proponen no servirán para evitar su caída.
Hoy nuestro pueblo va a la feria y constata que los precios suben. Nadie le tiene que decir que se está empobreciendo. Vive directamente la carestía. La “mano invisible” es la mano de los especuladores que quieren ganar dinero a costa de los trabajadores, exprimirlos. Le llaman “inflación” cuando los pobres tienen dinero.
Dicen que los niños no mienten. El otro día en la micro, un pequeño le decía a su mamá, inocentemente, “hay más gente en la micro porque subieron los colectivos” y le planteó una pregunta lógica a su madre “¿y qué va a pasar cuando suban los pasajes de las micros?”