No nos sorprende, pero no está demás exponerlos. Hoy, el gobierno se apuró en condenar las “violaciones a los derechos humanos en Cuba”.
Calla sobre la represión impuesta a su propio pueblo y guarda un silencio cómplice sobre los crímenes de los gobiernos amigos, como en Colombia. Pero, sobre todo, mienten.
De muestra, el caradurismo de las autoridades. El ministerio de Relaciones Exteriores señaló que “el Gobierno de Chile reitera su convicción de que la libertad de expresión y la manifestación pacífica constituyen derechos humanos que deben ser siempre respetados y resguardados. Estos derechos son parte esencial de toda sociedad libre y democrática”. Y que “no hay justificación para impulsar medidas represivas que intenten acallar a los ciudadanos que pacíficamente piden mayor libertad, salud oportuna y digna, y mejor calidad de vida”, agrega Cancillería a través de un comunicado.
De muestra, el carerrajismo de los golpistas demócrata cristianos. “El derecho a la protesta social, a la autodeterminación de los pueblos, a la libre elección de sus autoridad de las autoridades y a organizarse, es esencial para las sociedades democráticas, reconociéndose internacionalmente su existencia y protección, tanto en la Declaración Americana de los Derechos y Obligaciones del Hombre, como en la Convención Americana de Derechos Humanos, razón por la cual solidarizamos categóricamente con el pueblo cubano que ha comenzado a organizarse para manifestarse en las calles por mayores libertades”.
De muestra, los candidatos. En sendos debates políticos televisados, seis aspirantes presidenciales, de izquierda y de derecha, sin excepción, se sumaron a la condena a las violaciones a los derechos humanos en Cuba.
La desvergüenza es fenomenal.
En efecto: no hay justificación para reprimir las protestas sociales. Es cierto: no hay sustento ético para que un gobierno aplaste a su propio pueblo.
Pero, justamente, por esa razón, el Estado cubano ¡no reprimió las manifestaciones! Justamente, por esa razón, el gobierno convocó al pueblo a manifestarse en apoyo a la revolución. Y, sobre todo, justamente, por esa razón, los reaccionarios de todo el mundo, se frotaron, otra vez, las manos, en expectativa de que las protestas llevaran a la inminente caída del régimen cubano.
Ellos saben que la revolución se cubana subsiste, en medio de carencias y agresiones, y también descontento y críticas, sólo debido al apoyo del pueblo. Si se rompiera ese lazo, todo se acabaría.
El Estado cubano es fuerte, en el sentido de que está organizado en función de un constante enfrentamiento con la potencia militar más poderosa del mundo. Se defiende. Tiene leyes y castigos a quienes se suman los complots orquestados desde el exterior. Y en muchos casos, esos agentes deben sufrir las consecuencias de sus acciones en la cárcel. Eso es indiscutible.
A los enemigos de la revolución, eso les parecerá el peor de los crímenes. Pero a quienes la defienden en el mundo entero, lo comprenden como una necesidad.
Pero lo que la revolución no puede hacer, es lo que los gobiernos de Chile, Colombia, Estados Unidos, y tantos más, hacen rutinariamente: volverse en contra de los intereses y aspiraciones de su propios pueblos, y aplicar métodos de guerra y persecución en contra de sus ciudadanos.
Quienes tienen manchadas sus manos en sangre, quienes son los cómplices de los represores, quiénes, por oportunismo, se suman al coro de las “condenas”, no deberían olvidar que ellos no son los jueces en este proceso, sino los imputados.