A última hora e improvisando, como siempre, el gobierno prepara la sesión inaugural de la Convención Constitucional. A falta de ideas de cómo proceder, La Moneda dice que organizará un acto “minimalista”. Con eso se refieren a que Piñera no va a estar. Pero, igual, quieren poner la pata encima. Este domingo, se informó, Piñera […]
A última hora e improvisando, como siempre, el gobierno prepara la sesión inaugural de la Convención Constitucional. A falta de ideas de cómo proceder, La Moneda dice que organizará un acto “minimalista”. Con eso se refieren a que Piñera no va a estar. Pero, igual, quieren poner la pata encima.
Este domingo, se informó, Piñera cumplirá con la firma del decreto supremo que convoca a la convención constitucional. Pero, en paralelo, trascendieron los planes del gobierno para la sesión inaugural. Es una manera de “probar el ambiente”, pero sin quemarse.
Lo primero: Piñera no va. Y no, porque no se atreva, sino porque no quiere quitarles brillo a los constituyentes. (Sí, en serio, te creo todo.) Segundo, sería al aire libre, por aforo, virus, etc. (Va a hacer frío…) Tercero, no se cantaría la Canción Nacional. (Muy importante). Cuarto, pondrían, además una bandera mapuche en algún lado. (Mira tú). Y el que inauguraría la sesión sería el presidente de la Corte Suprema. (Perdón ¿qué?)
Y ese caballero les tomaría juramento a una presidencia paritaria “de consenso”, compuesta, por ejemplo, por “pueblos originarios, premios nacionales, autoridades religiosas de sus comunidades, exautoridades universitarias”. Estas dos personas deberán prometer cumplir su tarea constituyente “en los plazos y formas establecidos por la ley”. Posteriormente, el supremo abandonaría el lugar, para que los constituyentes elijan, de acuerdo a un procedimiento señalado en el “borrador” del gobierno, al fin, su mesa directiva y decidan cómo van a trabajar.
Estos trascendidos interesados muestran dos cosas: el gobierno está a la defensiva y quiere embolinar la perdiz. Con la inevitable discusión sobre los símbolos quiere encubrir el carácter subordinado de la convención: sometida al gobierno, que pone las reglas; sometida al Poder Judicial, que los dirige personalmente; y, por medio de la fórmula aparentemente inocua de los “plazos y formas establecidas por ley”, sometida también al Congreso.
Los constituyentes harían bien en fijarse en una pura cosa, la importante: los que deciden son ellos, no el gobierno, no la Corte Suprema, no el secretario de la Cámara de Diputados. Las banderas, el himno y los juramentos no tienen ningún valor si, desde un primer momento, el debate sigue las pautas impuestas desde afuera.
El primer acto de la asamblea debiera ser desechar formalmente el protocolo impuesto por Piñera y declarar que tomará sus decisiones democráticamente, obedeciendo sólo a la voluntad popular.