La acusación de violación y abusos sexuales en contra del ex subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, llevó al gobierno a un completo caos, alimentado en gran parte por el presidente Gabriel Boric. Dadas las características del inculpado y el papel que ejercía, este caso, sin embargo, es sólo el comienzo de una nueva ronda de extorsiones, amenazas y maniobras de impunidad en el seno del régimen.
¿Cómo describir un régimen en que, un día después de que sus partidos, corruptos e internamente deshechos, asestaron un golpe al Poder Judicial, sólo porque sí, para desequilibrar aún más el edificio derruido en el que se aferran, amontonados en el último piso, del cual ya no pueden bajar, porque la escalera se derrumbó, decide enfrentar un escándalo inmoral e indecible, pero individual, de tal modo podrido, irracional y delictual, que, de nuevo, todos queden sumergidos en el mismo estiércol?
Esto ya no es un problema literario, sino conceptual.
La acusación de violación en contra del Manuel Monsalve, subsecretario del Interior, no podría ser más catastrófica, pero, se supondría, lo toca sólo a él.
Sin embargo, este viernes el propio presidente de la República, Gabriel Boric, decidió realizar una alocución pública en que alterna una confusa justificación de las acciones de su antiguo colaborador –“si hay alguien que bebe más de la cuenta, si hay alguien que… eso es una responsabilidad propia, las condiciones… no… eso es parte de la investigación”- con una defensa de sus propias decisiones, en la que, sin embargo, confiesa que el mismo se implicó en el posible encubrimiento de los hechos.
Según Boric, él fue informado este martes por la ministra del Interior, Carolina Tohá, de la denuncia interpuesta por una subordinada de Monsalve en contra del subsecretario. Tohá, por cierto, recibió esos antecedentes del jefe de la PDI, quien reconoció que le reveló los antecedentes de una investigación que, se supone, es secreta.
El presidente sostiene que, en ese momento, ordenó a Monsalve que se presentara inmediatamente en su oficina en el Palacio de La Moneda. El subsecretario, sin embargo, estaba en ese momento en el Congreso Nacional, en Valparaíso. Y el propio Boric, sin necesidad, revela que su convocatoria urgente consistió en dos mensajes de texto: “¿vuelves a La Moneda?” y, una hora después, “recuérdame a qué hora llegas”.
Siempre según Boric, Monsalve le indicó que no sabía de la denuncia. Pero, después, el mandatario dice que su subsecretario le confesó que había revisado los videos de las cámaras de seguridad del hotel en el que reside (¿por qué vive en un hotel?) y que mostraban cómo él ingresa al lugar junto a “esa mujer”, como la llamó Boric, un momento clave de la denuncia que Monsalve ignoraba por completo y Boric, en su “contenido”.
Posteriormente, el presidente le habría pedido a Monsalve -recordemos, una persona acusada de un crimen que, sin embargo, tiene la facultad legal de transmitir instrucciones a la policía que investiga ese mismo crimen- a “recabar más antecedentes”. En la posterior versión de la vocera del gobierno, Camila Vallejo, sobre ese intercambio, esa orden de Boric desaparece por completo y es reemplazada por una indicación presidencial en que Monsalve debía viajar a la octava región, no a recabar antecedentes, sino a contarle todo a su familia, cosa que hizo, al parecer,viajando en un avión de Carabineros, para volver al día subsiguiente a exponer ante una comisión del Congreso sobre el presupuesto del ministerio, antes de renunciar al cargo.
Podríamos seguir diseccionando todo esto. Pero corremos el riesgo, si no de contagiarnos de la locura ajena, que eso no es posible, pero sí de marearnos un poco.
Lo importante aquí es que el principal operador del aparato de seguridad del gobierno usó, por lo visto, su acceso a la función policial para obstruir la investigación en su contra, empleando a funcionarios de la sección de inteligencia de la PDI para obtener ilegalmente información relevante sobre el caso. También es importante que el presidente de la República reconoció que él sabía de ese hecho.
Sin embargo, Boric declaró públicamente que la razón de la destitución de Monsalve fue que él “tenía jefatura sobre las policías y un contacto directo y permanente con ellas. Por lo mismo, su permanencia, aun sin haber sido formalizado, a mi criterio, era incompatible con la denuncia que se había presentado en su contra”.
Pero este criterio no se cumplió. Es lo mismo que ocurrió con el ex general director de Carabineros Ricardo Yáñez quien estuvo en esa situación incompatible por más de un año.
Monsalve pertenece a un sector del PS cuyos vínculos con la antigua Oficina, el órgano represor de la Concertación, son fundamentales. Esa “tradición” se ha manifestado con claridad en las políticas de este gobierno.
Su salida significa un duro golpe para la consecución de esa línea marcada por la corrupción, los montajes y la represión.
Pero también queda demostrado que su caída está lejos de haber terminado.
Ya se verá a quiénes arrastrará consigo, tal como Hermosilla.
En cualquier caso, hay un patrón aquí.