A tres días de un plebiscito constitucional del que nadie ha tomado nota hasta ahora, los patrones etológicos de las gallinas, perdón, de los partidos del régimen, están desquiciados. No por el resultado del referendo, que les importa un rábano, sino por la terrible perspectiva de que, de algún modo, tendrán que seguir adelante. ¿Pero cómo, por Dios, cómo?
Las encuestas “confidenciales” muestran una ventaja clara y consistente del “en contra” en el plebiscito del 17 de diciembre; es este domingo, por si no sabía. Pero esos indicadores pasan a segundo plano cuando todo lo demás parece borroso e inseguro.
Además ¿no había la derecha amenazado con un Atocha que lo daría vuelta todo? Atocha, recordemos, fueron los horrendos atentados terroristas en contra de los trenes de cercanía de Madrid en 2004, ocurridos justo antes de las elecciones generales.
Por simple ignorancia -o porque ya eso de “pensar a un poco” es mucho pedirles-, quienes agitan ese fantasma olvidan que en esa ocasión la sorpresa fue la derrota de la derecha frente al PSOE, y no por los atentados que conmocionaron al país, sino por el hecho de que el electorado repudió el montaje del gobierno de Aznar que quiso hacer pasar los ataques como una acción del grupo independentista vasco ETA, cuando, en realidad, los responsables habían sido de Al-Qaeda, en represalia por la participación española en la invasión a Irak.
Por eso, cuando se supo la noticia de que Luis Castillo, uno de los presos políticos de la revuelta que había recibido un indulto hace un año, había sido detenido como parte de una “banda de secuestradores”, todos, en el gobierno y en la derecha, susurraron “¡Atocha!”
Esto, sin duda alguna, era el fin de todo. Se aprobaría lo que el oficialismo llama “la Kastitución” y el gobierno debería renunciar después. Mínimo.
¿O no?
Mmm… mejor no. La conservación del gobierno liberal-progresista o, mejor dicho, de su cáscara vacía, es más conveniente para la derecha a que asumir directamente la conducción de los negocios. Y lo de la constitución -entre nosotros- es puro lío, en el corto, mediano y largo plazo.
Pero esas son divagaciones. Lo único que importa es el cortísimo plazo, nada más allá de la propia nariz. Y en ese lapso breve comenzaron a emerger las versiones afanosamente fabricadas por Carabineros sobre el famoso secuestro.
Primero, los pacos se habían “percatado inmediatamente”, se dijo, del rapto en una bencinera. Mala idea. Si es inmediatamente no es secuestro, pues. Así, cambiaron el relato. La pareja de la “víctima” presentó una denuncia por presunta desgracia y horas después -ahora sí- la descubrieron junto a la “banda de secuestradores”. No, tampoco sirve. Porque ¿cómo los encontraron? Si no son adivinos.
A ver, ya, último intento: la pareja recibió un whatsapp con la ubicación del “secuestrado” y así los pacos lo ubicaron. Eso.
Que entremedio todos -el “secuestrado” y la “banda”, compuesta principalmente por unas jovencitas muy entretenidas- habían estado subiendo videos de un manso carrete al Insta, había escapado de la atención del exigido comité creativo carabineril.
Ya en la tarde, el fiscal, que había rápidamente decretado aparatosamente el secreto de la investigación, se mostró mucho más humilde ante la evidencia del derrumbe del montaje.
“Tenemos dos versiones”, explicó, “la de la víctima y la de los imputados”. ¡Nooo! ¿En serio, Sherlock? Y añadió, con un hilo de voz cada vez más tenue, “la fiscalía, de modo responsable, continúa junto a Carabineros de Chile y sus unidades especiales realizando intensas diligencias con el objeto de tener los antecedentes finalmente suficientes para tomar una decisión en cuanto a formalizar o no a los imputados y por qué delito formalizarlos”.
Eso pasa cuando se dejan los montajes a los pacos.
En paralelo, sin embargo, la paranoia oficialista se acercaba peligrosamente a los 220 mm sobre mercurio -que es cuando da un ataque al corazón. Todo lo había planificado la derecha para lograr su “Atocha”; le habían pagado a Luis Castillo para descarrilar el plebiscito y se aprobara la constitución fascista…, ah, no, perdón, “que no une a los chilenos”.
Usted, querida lectora, estimado lector, podrá ser perdonado si todo esto le pasó por el lado, preocupado, como está, de otras cosas.
Pero el domingo no debe olvidar de ir a emitir su voto -“en contra”, recomendamos nosotros, de una propuesta, como se ha explicado, “inconveniente”. Así, el lunes podrá sentir nuevamente la satisfacción de haber derrotado en las urnas a la reacción que, sin embargo, seguirá ahí, junto a sus socios liberales, revoloteando, paranoiqueando y perjudicándolo a usted, sufrida lectora, cabreado lector.
Ya se imagina a que estamos apuntando ¿cierto? Vendría siendo hora de que reemplacemos ese sucio y ruidoso gallinero por un bonito huerto o unos juegos para los cabros chicos o algo así.