Luego de poco más de una semana de debate y votaciones del llamado consejo constitucional, sus miembros tan exhaustos como desconcertados. “¿Qué vamos a hacer ahora?” Aunque ya salten los planes B, C y D de los partidos del régimen para ordenar el gallinero, hay poco lo que se pueda remediar. Penita.
“Ser o no ser ¡Esa es la custión!… morir, dormir… tal vez, soñar”. Los consejeros constitucionales se parecen a una compañía de teatro amateur que pasó, sin transición, de grabar bailes simpáticos en Tiktok a representar a Shakespeare.
Así, cualquiera pierde el hilo. El apuntador no ayuda y detrás de los focos no hay ningún director que les diga qué hacer. Ante ese embrollo, lo único que cabe es aferrarse a la propiedad. No la propiedad privada, aunque esa también. No. La propiedad del comportamiento: “buenos días, buenas tardes; gracias, presidenta; las normas que vamos a votar hoy son de gran relevancia”, etc.
Y eso que, dentro de todo, los partidos del régimen, desde el PC hasta el grupo de Kast, habían puesto su mejor empeño para que todo funcionara.
Desde antes del cierre de la anterior convención constitucional, el oficialismo y la derecha habían estado tramando un gran acuerdo, a implementarse fuera cual fuera el resultado del plebiscito del 4 de septiembre de 2022.
Un año después, todo está en el suelo de nuevo.
La culpa, dicen todos, la tiene Kast y su banda de republicanos. Pero todos sabían como se ponen cuando los invitan a la fiesta. De hecho, los cambios que ellos proponen al anteproyecto de los “expertos” designados por los mismos partidos son bastante medidos, al modo JAK, se entiende.
Hay varias provocaciones, como la amnistía encubierta a los represores condenados en Punta Peuco. Hay un premio tributario a los dueños de mansiones y palacios. Hay abstrusas efusiones de integrismo religioso. Y hay mucha, mucha, tontera. No son el choclo más graneado, que digamos. Y el castellano, con tantas letras, palabras, comas y puntos, también se les va en collera.
Pero los que se empeñaron en cambiar el ya celebrado, oleado y sacramentado, gran acuerdo del régimen, son los otros partidos de la derecha, la UDI y RN. Más piola, eso sí, y poniendo a los republicanos por delante, para que no se note. Y como esos, ya lo dijimos, no son el cuchillo más afilado de la alacena, se dejan.
El plan de la derecha, digamos, tradicional, ha tenido bastante éxito. Todo el mundo habla de los republicanos y ellos, en cambio, son distinguidos con el mote de “derecha democrática”.
Hay que darse el aburridísimo trabajo de revisar quién propone qué, en las llamadas enmiendas o en las enmiendas de “unidad de propósito”, un subterfugio reglamentario que han explotado a fondo, para percatarse de que son la UDI y RN lo que llevan la batuta.
El método es simple: pescan el famoso anteproyecto en que ya se concordó la continuidad de la constitución pinochetista y le agregan, como quien no quiere la cosa, algunas palabritas que no tienen un efecto práctico inmediato, pero que en el futuro pueden servir para operar mediante el tribunal constitucional.
¿Para qué?
La ley de aborto en tres causales no es lo que realmente les importa.
Son otras cositas: la propiedad privada, en todo sentido, por supuesto. Pero en particular, por ejemplo, del agua, incluyendo -sí, asombrado lector, escéptica lectora- sobre el agua de mar.
En la comisión respectiva, los representantes de la UDI, que habían propuesto esa increíble idea, decidieron retirarla, a cambio de otra, más general: “los bienes nacionales de uso público que la ley determine serán susceptibles de concesión. Sobre los derechos emanados de la respectiva concesión, el titular tendrá derecho de propiedad” (artículo 16, literal j). Mejor así. De ese modo, también se puede privatizar… el aire.
Fue aprobada, por supuesto.
El único problema es el de siempre. Por muy buenos que sean los planes de los partidos del régimen, siempre hay algo que los hace fracasar. En este caso, es el plebiscito. O, más bien, las encuestas. Y esas dicen: nones.
Para la derecha, hasta ahora, “el costo político”, como le dicen, lo pagaban los republicanos. Así lo remarcó la presidenciable Evelyn Matthei, quien se dio el lujo de decir que el asunto ya no tiene vuelta. En contra: rechazo el mamarracho en diciembre.
Claro, a ella le sirve. Pero para la UDI y RN el asunto no es tan fácil. Y hay otro problema. El gobierno, que le concede todas las exigencias y deseos, ante el lío que se armó, quedó paralizado como Bambi frente a las luces de un camión que avanza a 110 por hora y en bajada.
Al rescate apareció la presidenta del PS, la senadora (designada) Paulina Vodanovic, quien este lunes señaló que este entuerto debían resolverlo “las directivas de los partidos”.
Dicho y hecho.
En la tarde, ya empezó a tirar líneas con Javier Macaya, de la UDI, y Rodrigo Galilea, de RN. Se necesita un gran acuerdo… ¡otra vez!
Republicanos, el PC y el Frente Amplio, convenientemente, no estaban invitados. ¿Para qué? Si igual van a hacer caso; y qué decir del gobierno.
¿Cómo el plan B o C u otra cosa que inventen en los próximos días va a lograr que se apruebe la propuesta de constitución en el plebiscito del 17 de diciembre?
Eso es un misterio.
Pero conociendo al personal, ya nos podemos imaginar que eso, es lo de menos.