La política de represión e impunidad impulsada por el gobierno ya muestra sus consecuencias. Ahora cualquier uniformado, en cualquier circunstancia, se siente amparado para dar rienda suelta a su sadismo. Un grupo de marinos celebró las Glorias Navales asesinando a un indigente discapacitado en Iquique.
Al parecer, Milton Domínguez Moreno, de 61 años, estaba en la situación de morir. Situación de calle, situación de discapacidad, situación de irregularidad migratoria. Y también estaba en la situación de enfrentarse a un grupo de varios marinos, de la dotación del HMS Norfolk, perdón, Almirante Cochrane, que habían salido a matar.
Los uniformados asesinaron, en pleno centro de Iquique, al hombre, al que le faltaba una pierna y que no podía defenderse de la jauría que se le vino encima y le destrozó el cuerpo con sus propias muletas.
Los miembros de la Armada de Chile que perpetraron el crimen, claramente, no están en una mera situación de cobardía. No. Son cobardes en esencia.
Eso lo demuestra el relato mediante el cual quieren zafar del crimen que fue registrado por las cámaras de seguridad municipales y presenciado por una patrulla de la “seguridad” local.
Ellos dicen que habían ido a un burdel y que fueron asaltados por un grupo de extranjeros. Avergonzados, los valientes marinos, volvieron a su barco. Pero, después, decidieron regresar a tierra a “buscar venganza”. Y ahí se encontraron con Milton Domínguez, a quien acusan de ser el líder de los cogoteros que los habían asaltado.
Domínguez no está en la situación de responder a esa acusación, porque está muerto.
El fiscal que investiga la causa sostuvo que todavía no sabe si se trata de un homicidio simple o calificado (por ejemplo, con alevosía, en contra de alguien que no se puede defender; o ensañamiento, infligiendo deliberadamente un dolor inhumano a la víctima; o premeditación, es decir, siguiendo un plan).
Sobre el relato de los marinos señaló que “esa es una tesis que ha sido levantada por la defensa, pero hasta ahora no hay elementos probatorios que nos permitan confirmar esa circunstancia”. Por lo visto, no se da cuenta de que ellos mismos están confesando que actuaron con premeditación al admitir que “fueron a buscar venganza”. De la alevosía y el ensañamiento, mejor no hablemos.
Probablemente, la timidez fiscal se debe al mismo factor que envalentonó a los marinos asesinos: el hecho de que el propio Estado les está diciendo que maltratar, torturar y matar puede realizarse con impunidad, si se es parte de la policía o, como en este caso, de las Fuerzas Armadas.
La celebración, este domingo, de la gesta de Arturo Prat queda adecuadamente enmarcada por estos hechos. No debiera permitirse a una institución cuyos integrantes son tan cobardes vestirse con la valentía ajena.