La crisis política en Ecuador tomó un extraño giro. Acorralado y desesperado, el presidente Guillermo Lasso, previno su destitución disolviendo la Asamblea Nacional y convocando a nuevas elecciones generales. Apuesta a que, en un par de meses, pueda rehacer una coalición política reaccionaria.
“Muerte cruzada”, el dramático nombre a la regla del artículo 148 de la constitución ecuatoriana, se hizo mundialmente famoso en la mañana de este martes. El que activó el botón nuclear fue el jefe del Ejecutivo, el derechista Guillermo Lasso, luego de comprobar que no sobreviviría un juicio político en el parlamento por cargos de corrupción.
La medida consiste en la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a nuevas elecciones, incluyendo la de presidente. Lasso espera, así, mantener abierta su opción de seguir en el cargo.
Se trata de un curioso y literal autogolpe. El requisito para invocar el artículo 148 es la existencia de una “grave conmoción interna”. Lasso, evidentemente, cree que lo de “interno” se refiere a su persona y no al país.
Pero, por otra parte, la grave conmoción existe, pero ésta ya se prolonga durante años.
En lo inmediato, gana tres meses en que podrá gobernar sin parlamento, emitiendo decretos con fuerza de ley, pero sólo en materias económicas. Se da la coincidencia de que, a Lasso, dueño de uno de los principales bancos del país, esas son las materias que más le interesan.
Los principales perjudicados por este peculiar autogolpe es Pachakutik, el partido político ligado a las organizaciones indígenas que, desde el gobierno del malhadado Lenin Moreno, y pasando por las grandes movilizaciones populares de octubre 2019 y de junio del 2022, ha intentado jugar el papel de mediador entre las fuerzas populares en la calle y el régimen.
De haber prosperado la destitución de Lasso, el gobierno habría sido encabezado por el vicepresidente Alfredo Borrero, quien ya había recibido el visto de bueno, a su manera, de Pachakutik: “Estaremos vigilantes para que él (Borrero) comience a tomar acciones y decisiones; que lance política pública en cuanto a seguridad, que ejecute el presupuesto, ya que el presidente Lasso no puede ni siquiera ejecutar el presupuesto general del Estado; que baje la violencia en el país. Será un presidente de transición hasta las elecciones de 2025”, declaró la asambleísta del partido indigenista, Mireya Pazmiño.
Ese plan quedó en nada luego de la “muerte cruzada” decretada por Lasso, quien hizo su anuncio, esta mañana, acompañado de varios ministros, pero sin su vicepresidente.
En cambio, los seguidores el expresidente Rafael Correa, exiliado en Europa, sí ven ahora una oportunidad en las elecciones anticipadas. Los recientes comicios locales mostraron ya su fuerza electoral; conquistaron las alcaldías de Quito y Guayaquil, las dos principales ciudades del país, y los gobiernos de las regiones más pobladas.
Un eventual regreso del correísmo significaría un movimiento análogo al ocurrido en Brasil, con la elección de Lula.
Sin embargo, las condiciones sobre las que se erigiría ese hipotético gobierno son diametralmente distintas a las que primaron en la década pasada. Sólo si reconoce y si se hace parte del protagonismo del pueblo, tendría una posibilidad de sortear la crisis política, social y económica que marca la realidad ecuatoriana. Una tarea difícil.