En una nueva escalación de la guerra, el gobierno alemán decidió autorizar el envío de tanques del tipo Leopard 2 a Ucrania. Además, autorizará que Polonia y los países nórdicos hagan lo mismo, mientras que Estados Unidos anunció el envío de tanques Abrams.
La revista “Der Spiegel” tuvo la primicia: “se liberan los leopardos”. Durante semanas, el canciller federal Olaf Scholz, había intentado resistir la presión de Estados Unidos y de los países más alineados con la estrategia de escalación de la guerra, como Polonia y el Reino Unido.
La exigencia era equipar a las tropas ucranianas con tanques del tipo Leopard 2. El requerimiento, a la luz de la propaganda occidental, no deja de ser paradójico. En un inicio, se habló de la obsolecencia de esa arma debido al supuesto éxito de los cañones anti-tanque personales.
Y el triunfalismo ucraniano de los últimos meses, basado en la retirada de las tropas rusas de la zonas en torno Kharkov y Kherson, tampoco hacía presagiar la urgencia de contar con nuevos tanques.
El hecho concreto, sin embargo, es que las fuerzas ucranianas están engarzadas en costosas operaciones defensivas, en que intentan mantener posiciones sin ahorrar en material ni vidas humanas.
Y, en efecto, sus equipos de tanques, de fabricación soviética y rusa, también han sufrido ese enorme desgaste.
La presión para reemplazar esos vehículos con tanques occidentales, dotados de tecnología más moderna, surge a partir del desangre de la capacidad bélica ucraniana.
Pero ¿por qué los Leopard 2?
En primer lugar, Estados Unidos no dispone de material suficiente para enviarlo a Ucrania, sin debilitar su propio poder militar.
En segundo lugar, Alemania en las últimas décadas ha logrado convertir los Leopard en un cotizado producto de su industria armamentista entre los países europeos de la OTAN. Los mejores clientes son Grecia y Turquía que, en todo caso, difícilmente querrán prescindir de sus tanques para mandarlos a Ucrania. Si distintos países, sin embargo, se conciertan para enviar los vehículos a la guerra, se podría juntar una cantidad más significativa.
Pero la causa principal es otra: Washington quiere depositar en Alemania el costo -o, más bien, el riesgo– de escalar el conflicto.
El gobierno alemán intentó morigerar ese peligro. Finalmente, convenció a Estados Unidos a sumar algunos tanques Abrams M1 al reforzamiento del ejército ucraniano.
El anuncio de Berlín comprende, concretamente, a 16 Leopard 2, en su versión A6, más avanzada. Una cantidad simbólica. Los otros países europeos, que requieren de la autorización alemana para enviarlos a Ucrania, disponen sobre todo de tanques del modelo A4, con tecnología más antigua.
El Reino Unido, por su parte, comunció que también pondrá tanques en Ucrania: un escuadrón (es decir 12 o 14) Challenger 2.
¿Qué importancia militar tienen estas medidas?
Su efecto no es estratégico. Es decir, estos tanques más modernos, y ciertamente no en esas cantidades, no son armas milagrosas, ni moverán la balanza en favor de Ucrania.
Pero es parte de un plan de la OTAN que existe desde el inicio del conflicto: prolongar la guerra y aplazar el desenlace del conflicto, con el objetivo de provocar un debilitamiento duradero de la capacidad política, militar y económica rusa.