Los sucesos acaecidos en Colombia son parte de una década intensa de movilización popular alrededor del orbe. No es casualidad que los hechos se parezcan a lo sucedido en Chile, Ecuador y Perú. Represión, muerte y crueldad de la clase burguesa contra el pueblo, muestran que estamos en presencia de levantamientos populares y de la lucha de clases.
Hasta no hace mucho tiempo, la oligarquía colombiana gozaba de la más amplia impunidad basada en el dinero, el control absoluto del poder y el aval de Estados Unidos. No le bastaba con tener el poder político y militar. Quería manejar todo. Para ello recurrió, incluso, a aliados no convencionales como el narcotráfico y los paramilitares. Las masacres y matanzas eran pan de cada día. Ocultaba sus crímenes con lucha contra la guerrilla.
Con los acuerdos de paz con las FARC, una fuerza que, descolocada, negoció su fin por asientos en el congreso, la burguesía pensó que el camino estaba abierto a sus pretensiones y al negociado económico.
Mientras tanto, en América Latina comenzaba a hacerse notar un resurgimiento de las movilizaciones sociales, que ningún tipo de gobierno pudo impedir. Después de décadas de sometimiento y búsqueda de esperanza, los pueblos se encontraron con que los partidos políticos ya no los representaban y que las centrales sindicales se convirtieron en testaferros de los políticos. El pueblo se dio cuenta que ahora estaba solo.
Repentinamente, resurgieron las luchas. Algunos las consideran “explosiones sociales” o “estallidos” lo que, en definitiva, son grandes levantamientos populares, que se venían gestando desde hace décadas. Adquirieron características comunes : movilización de la clase media buscando más presencia, atomización de los partidos políticos, deslegitimación del régimen político, gobiernos débiles, represión continua y fortalecimiento de la clase trabajadora. Cada país ha seguido este mismo esquema, pero con peculiaridades propias.
Colombia es otra de las naciones que se ha sumado a esta ola. No será la última, pero, como los demás países, demuestra el abismo entre el pueblo y lo regímenes políticos que rigen a nuestra América; la insensatez de la represión, guiada políticamente y aplicada por agentes del Estado, policías y militares que no han dudado en matar, herir o torturar a nombre de la “democracia”.
Hoy más que nunca, resuenan con vigencia las palabras de Fidel Castro en la Plaza de la Revolución de La Habana en 1962 y reiteradas por Ernesto Guevara ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, dos años más tarde: “Ahora sí la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se los ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les pertenecen y defendiéndolas con sus vidas; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente”.
Ecuador, Perú, Chile y Colombia han despertado y han echado a andar…