Más de 30 mil millones de dólares inyectaron el gobierno y el Banco Central en los bolsillos de los especuladores financieros. El objetivo era controlar el precio del dólar. Después de tres meses, el precio el dólar quedó exactamente donde lo dejaron: altísimo. Genios.
Lo dijimos aquí antes, pero no nos iban a hacer caso Mario Marcel y el Banco Central ¿verdad? Esos van por otro lado: cómo asegurar que los dueños del país se enriquezcan más. En este caso, se trató de los dueños ocasionales, capitales especulativos que rondan el globo como aves de carroña, esperando regalos ajenos. De hecho, así se les llama oficialmente: buitres.
Los otros son los dueños más permanentes. Los grandes grupos económicos, magnates intermedios y súperricachones varios. Todos ellos aprovecharon la oferta del Banco Central y, en menor medida, del gobierno. Compraron los dólares baratos al Estado, los sacaron de Chile y los invirtieron, caro, para ellos, en el exterior, digamos en Delaware, EE.UU. o en las islas Caimán o donde sea que les convenga.
Partieron con el dólar a 975 pesos y se chantaron cuando volvió a más de 990, este lunes. Y eso de chantarse es verdad. Porque, casi sin decir “agua va”, el Banco Central redujo sus subastas de dólares a la mitad y anunció que la farra se acababa.
¿Y el gobierno? Bueno, según el ministro de Hacienda, Mario Marcel, o “el presidente”, como también le dicen, resulta que ahora, que se gastaron esa plata, “las intervenciones no tienen mucha capacidad, no tienen ninguna capacidad de influir”, en el precio, según declaró hoy.
¿Por qué? Porque es “un fenómeno global”, según Marcel. Really, Sherlock?
Bueno, lo era -global, se entiende- cuando empezaron quemar plata como enfermos, pero eso no hace mucha diferencia ahora. Total, el daño para el país está hecho. Y los que tenían ganar, ganaron.