Uno ya no sabe qué quiere esta gente. En vez de celebrar el triunfo del Rechazo, les baja la ansiedad y corren de aquí para allá como enajenados. Todo por un acuerdo que ya tienen cocinado hace meses.
Si esto no es pura ansiedad, nada lo es. El domingo se estaban contando las primeras mesas en Magallanes, adelantadas, debido a su huso horario propio. Una rápida mirada confirmaba lo que vendría: la cosa iba bien para el Rechazo, la opción preferida por la familia Boric Font y la marcada -no nos consta, pero lo sospechamos- por el propio presidente de la República en su voto.
Para entonces, todo el personal ya estaba en La Moneda, el Giorgio, la Cami, el Mati (Meza-Lopehandía -y tiene otro apellido más- el secretario del presidente), la Lucía (Dammert), el jefe Mario Marcel, y Boric, por supuesto. Izkia no estaba invitada. Eran un par de minutos después de las seis de la tarde y alguien ordena: “ya-ya-manda-el-mail-manda-el-mail”, repitiendo cada frase como leso.
Se trataba de una invitación al estilo de Piñera -unidad nacional, diálogo, entendimiento- dirigida a todos los partidos, citándolos a una reunión al día siguiente en la tarde o, como dicen nuestros gobernantes, a “un espacio de diálogo transversal”.
Desde Einstein y su teoría de la relatividad, sabemos que existe un continuo de espacio y tiempo. Pero para Boric, la cuarta dimensión del espacio es una sola: apúrate, porque, si no, se te va a ir todo a la cresta.
Así que mandaron el mail, nomás. Total, era parte del plan que estaba preparado hace rato.
Pero la ansiedad es mala consejera. Y cuando se nota, es peor.
Cuando estaban los resultados con la ventaja sobre el 60% para el Rechazo, los jefes de los partidos de la derecha respondieron que no, que a esa hora ya tenían otros compromisos. Y que, además, era muy pronto. Que Boric, en palabras de Javier Macaya, presidente de la UDI, debía “ordenar la casa”. Es decir, armar un nuevo gabinete que cuente con el visto bueno de la derecha.
“Chuecos. Me dejan como colgando en el aire. Si lo habíamos hablado antes; por Whatsapp, con Javier”, exclamó Boric, en referencia al senador Macaya.
Y claro, eso era parte del problema. Porque la ansiedad se contagia. Y en la derecha también se ponen nerviositos. Según Macaya, el acuerdo debía cerrarse antes del 11 de septiembre, por simbolismo o quién sabe qué otra razón. Pero su colega senador de RN, de afamada agudeza mental -le dicen “el cuchillo de goma”- Francisco Chahuán comenzó a sospechar que, quizás, algo estaría concordando Boric con su amigo Macaya a sus espaldas que les pudiera perjudicar.
Así que nada de plazos, sólo metas.
O como diría Chahuán, “rápido, pero sin apresurarse”, haciendo gala de su insólito -¿ya lo habíamos dicho?- poder cognitivo.
Ahí quedó la foto, todos juntos, felices y unidos nacionalmente, para otra ocasión.
Pero foto hubo.
Y una muy institucional, con los presidentes de ambas cámaras legislativas. Se da, sin embargo, la circunstancia de que el presidente del Senado, Álvaro Elizalde, dependa, para todo lo que haga -o todo lo que requiera pensar- de la parte avispada de su matrimonio, es decir, de su cónyuge, Patricia Roa, y que su colega de la cámara baja, en todo sentido de esa palabra, Raúl Soto, no pueda dar un paso sin preguntarle a su señor padre, mentor y consejero, Carlos Soto, alcalde de… esteee… Rengo.
En breve, entre los dos no hacen uno.
Pero salieron de la reunión con Boric en La Moneda con un guión bien estructurado: “ahora le toca al Congreso”, dijeron. Nosotros nos hacemos cargo. ¿Y el presidente? Bueno, que resuelva lo del día a día.
“¡Nooooo!” se escuchó en el segundo piso del Palacio de Toesca. “¡Eso no era lo acordado! ¡La idea era que Boric apareciera como el conductor y guía del gran pacto nacional, a cambio de todo lo demás!”
¿Y qué es “todo lo demás”?
Todo, pues. El gobierno.
Por lo pronto, Boric debe deshacerse de ciertos ministros. Podrían ser todos, pero no es tan fácil. La de Justicia, parece tiene muchos escrúpulos. Chao. La de Salud, es amiga de Izkia y esa, bueno, también se va. Obvio. El del MOP no ha hecho nada y ahí hay un montón de plata. Fuera. La de Relaciones Exteriores, puras intrigas, puros errores. Que le vaya bien, ahí está la puerta. Y el Giorgio, ay, no lo quieren, porque dicen que ese es el que verdaderamente dirige todo. Bye, bro. Sorry.
Y, así, sigue la lista.
La idea es formar ahora el gobierno de los nuevos tiempos; el gabinete del Rechazo, pues, como lo tuvo Piñera en su momento.
Único problema: los que quieren mandar el buque, no quieren ser ministros. Y le dejan al pobre Boric la tarea de ingeniárselas solito.
Y todos los miran en menos. Hasta Ricardo Lagos, a quien Boric visita una vez por semana para escuchar las incoherencias de ese viejo carcamal, lo ningunea: “no es que salió fortalecido, que digamos”, señaló con desdén sobre el mandatario.
Digamos, mejor, que está en el piso, y todos lo usan como trapo para fregar. Un caso agudo de estrés laboral.
Y la que podría hacerse cargo del problema inmediato, la vieja amiga de SQM-Ponce Lerou, Carolina Tohá, también se está poniendo demasiado nerviosa. “Se filtró” que el presidente fue a verla a ella -y no al revés- a su departamento en el chic, pero octubrista, Barrio Parque Forestal. Ansiosa.
Y hay tanto más que negociar, todavía. Las leyes represivas, la reforma tributaria, la de las AFP. Lo que parecía sellado y sacramentado, se abrió de nuevo.
Así son los acuerdos del régimen. Nunca funcionan.