En Paraguay, es la “noticia bomba” del momento; en Chile…, no tanto. Se trata de la revelación del viaje secreto y relámpago de Andrónico Luksic para reunirse con el ex presidente de ese país y socio comercial del oligarca chileno, Horacio Cartes. Estados Unidos acusa a Cartes de conexiones con “con el crimen transnacional” y “entidades terroristas”. ¡Alto drama!
Cuando la dictadura se vio asediada por las movilizaciones populares, todo el mundo decía Pinochet, eventualmente, huiría a Paraguay, donde ya tendría una finca para su exilio. Para entonces, ya se sabía que los promotores del dictador en Estados Unidos no le iban a dar una visa para que se fuera para allá. Era cosa de ver lo que le había pasado al Shah de Irán.
Nada de eso ocurrió, por supuesto, porque, no Washington, sino los gobiernos de la Concertación le dieron la adecuada protección al ex-tirano, tanto en Chile, como en sus aventuras en el exterior.
Pero Paraguay siguió siendo un destino de interés para quienes surgieron al alero de la dictadura, como es el caso del denominado grupo Luksic, que se elevó de un conglomerado empresarial mediano al mayor grupo económico del país, favorecido, por ejemplo, por el hecho de que el Estado se hiciera cargo de la deuda del sistema financiero quebrado en la crisis del ’82. Fue bajo esas circunstancias que Luksic se hizo del control del mayor banco del país, el Banco de Chile.
Sin embargo, como se sabe, su ascenso definitivo ocurrió bajo el tutelaje de los gobiernos de la Concertación, que celebraron, en particular, la expansión del los intereses del grupo Luksic en el exterior.
Uno de los destinos más conocidos de sus inversiones fue Perú, durante el régimen de Fujimori que le brindó protección política a sus empresas. Esto quedó evidenciado en los llamados “Vladivideos”, registros incriminatorios de las conversaciones secretas sostenidas por el jefe del aparato de seguridad y eminencia gris de Fujimori, Vladimiro Montesinos. Éste grababa las charlas en su despacho como garantía para el pago de las coimas que cobraba por sus servicios.
Uno de los clientes de Montesinos fue, por supuesto, Andrónico Luksic Craig, la cabeza visible del grupo. Vladimiro le regaló, entonces, al ansioso magnate una máxima que, según parece ahora, no siguió: “secreto es entre dos; con tres, ya no es secreto”.
Paraguay, en cambio, es un objetivo más reciente. Luksic entró en un negocio de bombas de bencina con Horacio Cartes en 2013, el mismo año en que éste asumió la presidencia del República. Y más recientemente, tras el fin del mandato de Cartes en medio de masivas protestas populares, Luksic se asoció con él en una distribuidora de bebidas. Siempre en proporciones 50%-50%.
El problema de Cartes es el mismo de todos los dirigentes políticos paraguayos: sus vínculos con el contrabando, carteles criminales y el narcotráfico que, a veces, les pueden causar problemas, como le ocurrió a Cartes cuando se descubrieron sus cuentas secretas en paraísos fiscales y sus vínculos con tramas corruptas en Brasil.
Pero ahora Washington se dejó caer sobre el socio paraguayo de Luksic. En un comunicado, el Departamento de Estado acusa a Cartes de obstruir “una importante investigación internacional sobre el crimen transnacional para protegerse a sí mismo y a su asociado criminal de un posible enjuiciamiento y daño político”.
Agrega la declaración que sus acciones contribuyeron “a la percepción pública de corrupción e impunidad dentro de la oficina del presidente del Paraguay”.
Y como al pasar, añade que “además, estas acciones permitieron y perpetuaron la participación recientemente documentada de Cartes con organizaciones terroristas extranjeras y otras entidades designadas por los Estados Unidos”.
¡Uy! algo hizo mal Cartes para enojar a los gringos, con los que había sido tan amigo durante su presidencia.
La medida que, en lo inmediato, implica la congelación de los activos de Cartes y su familia y, de manera casi segura, su arresto, si es que sale de Paraguay, no detalla de qué investigación de qué crimen, de qué socio, y de qué organizaciones terroristas se está hablando.
No hace falta. Estados Unidos maneja estas controversias con antiguos socios que se portan mal sobre la base de “el que sabe, sabe”.
Las especulaciones en la prensa -seguramente, no inocentes, como nada lo es en estos asuntos- apuntan a un nexo con el bullado avión iraní-venezolano que aterrizó en Santiago de Chile, Asunción, Buenos Aires, origen de aún otra trama de servicios secretos. En Paraguay se dice que Cartes habría contratado el famoso avión para contrabandear 1.2 millones de ¡cigarrillos!
El viaje secreto de Luksic a Asunción, según el diario local ABC Color, se debería al temor del oligarca chileno a verse salpicado en esta historia. Así, le habría pedido reportes y otra información a Cartes.
No parece muy verosímil, pero el hecho concreto es que ayer sábado a las 11.45, la plana mayor del conglomerado económico chileno -Andrónico Luksic, el ex ministro del Interior de Piñera, Rodrigo Hinzpeter, Francisco Pérez Mackenna, otro ejecutivo que hizo carrera bajo el alero del ex presidente, entre otros- llegó en un avión privado Cessna 750 Citation al aeropuerto Silvio Pettirossi.
Una comitiva de varios vehículos con guardaespaldas se desplazó por avenida España, el mismo sitio, entre paréntesis, en que, en 1980, el ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza, a bordo de una caravana similar, encontró su destino en forma de justiciero cohete disparado desde un lanzador RPG-7. Allí, en la esquina con la calle general Garay está la mansión de Cartés, la sede del encuentro urgente, secreto y breve.
Pasadas las tres de la tarde la delegación de potentados nacionales volvía a Chile.
¿Qué negocios sucios trataron los partícipes de la reunión? ¿En qué crímenes están involucrados? Veremos qué más pasa en esta historia.
Pero no lo olvide: estos mafiosos, narcos y delincuentes son los dueños de Chile.