Se vio venir. La multitud que se tomó el palacio presidencial de Sri Lanka se niega a abandonar la sede gubernamental. Saben que un cambio de gobierno no resuelve la crisis. Mientras, desde Albania hasta Ghana, pasando por Argentina e Inglaterra, en todo el mundo la gente sale a las calles empujadas por la carestía económica y las alzas.
“No iremos a ninguna parte”, declaró Jude Hansana, uno de los ceilaneses que tomaron por asalto el palacio presidencial en Colombo, la capital de Sri Lanka, a la cadena alemana Deutsche Welle. La renuncia del presidente Gotabaya Rajapaksa, que está fondeado desde hace días, desde que las protestas populares se intensificaron, pareció, por momentos, en duda. Este lunes tuvo que “ratificar” su renuncia, mientras los partidos tratan desesperadamente de formar un gobierno.
Los manifestantes que han copado la capital, muchos de ellos, luego de caminar durante días, saben que no pueden soltar las calles, ni el lujoso palacio presidencial.
Pero el colapso económico que precipitó la caída del gobierno no tiene visos de solución. Está signado por las consecuencias de las políticas del FMI y las turbulencias mundiales -recesión incipiente e inflación- aceleradas por las sanciones de Estados Unidos y Europa en contra de Rusia.
Y esos efectos son mundiales. En el Reino Unido, el defenestrado Boris Johnson también alarga la concreción de su renuncia, en medio de los escándalos y la crisis económica. Mientras, el país es sacudido por una ola de huelgas que han calentado aún más el verano boreal. El gobierno anunció empleará las nuevas leyes “anti-barricadas” aprobadas recientemente, en contra de grupos de automovilistas que protestan en contra de los precios de los combustibles: los manifestantes bloquean las principales carreteras transitando a exasperantes 20 kilómetros por hora.
Mientras, en una antigua colonia británica en el continente africano, Kenya, las manifestaciones sacuden el distrito financiero de Nairobi, la capital. La consigna, dirigida en contra del régimen político: “si no hay comida, no hay elecciones”, en referencia a los comicios presidenciales previstos en un mes más.
La gente ya no se cree las promesas de los candidatos burgueses. Uno de los manifestantes, citado por el medio local Capital FM, señaló que el gobierno no debe echarle la culpa a la guerra de Ucrania por las alzas del aceite y la harina que afligen a los kenianos. “El conflicto lo único que hizo fue empeorar la situación. Los precios de los alimentos estaban ya altos antes de que apareciera el asunto de Ucrania. Estamos en este estado, porque hay demasiado endeudamiento y el dinero va a los bolsillos de unos pocos”.
La mención de la deuda es una alusión a los dictados del FMI, con el que Kenya asumió un acuerdo crediticio. La institución internacional ahora dilata el pago de las cuotas previstas, como una medida de presión para que el gobierno intensifique las ruinosas medidas de ajuste.
El mismo factor, el FMI, prima en las masivas protestas en Ghana, en el otro extremo del continente africano. Su gobierno está embarcado en negociaciones con el organismo para un nuevo paquete financiero y de medidas anti-populares.
En el otro lado del Atlántico, el acuerdo con el FMI es también el objeto de una fuerte pugna interna en el oficialismo en Argentina. El ministro de Economía, Martín Guzmán, presentó su renuncia en medio de las tensiones, mientras el 9 de julio, el día de la independencia miles de personas coparon la Plaza de Mayo en protesta en contra de las políticas de ajuste promovidas por el FMI.
Dos días antes, los sindicatos habían realizado un “paro general parcial” en la vecina Uruguay.
La revista estadounidense Forbes, conocida por sus rankings de multimillonarios, comentó sobre las protestas en diversos puntos del mundo y ya pregunta, temerosa: “cuándo llegan a Estados Unidos?”
¡Bah! ¿Y no querían un mundo globalizado?