El dólar se ha vuelto loco. La apuesta de su “brillante” ministro de Hacienda de contener el alza de la divisa arrojándole fajos de billetes fracasó. Mario Marcel, desesperado, ahora pide que el Banco Central “haga algo”.
Hoy fue un día aquellos en Sanhattan. Para los chicos de las mesas de dinero, no hubo ni tiempo de bajar a almorzar y, menos, de estrenar sus nuevos abrigos Burberry abrigaditos. Tuvieron que quedarse en la oficina, el teléfono entre hombro y oreja, el celular sobre el escritorio, con el chat de Telegram haciendo “ting-ting-ting” como una campanita enloquecida por dinero, mientras las dos manos teclean órdenes de comprar y vender. En total, en el mercado abierto, más de 1.443 millones de dólares. En un solo día.
Todo el resto estaba pegado a las pantallas de las terminales Bloomberg. De cada tanto en tanto, alguien, él que sabe, escribe las letras CLP, activa la tecla especial CURNCY, digita BQ y aprieta un botón verde que dice GO. Es complicado el sistema.
Y allí, sobre el fondo negro, tintinean los números y los gráficos: 980, 991, 995… Son los pesos que hay que pagar para que te vendan un dólar.
Este miércoles, llegó a $998,11. Pero otro sistema, el Datatec de la Bolsa Electrónica, registró, pasadas las 11:37, entre los gritos excitados de lobos, leones y zorrones del barrio financiero de la capital, exactamente $1.000,00. Luca.
Un día de gloria para los especuladores.
Para ellos, la consigna es fácil, como una orden de batalla: todos contra el peso chileno. En ese juego se gana. Las razones son sencillas: el capital especulativo sale de Chile y va a Estados Unidos, donde la Reserva Federal, dio indicaciones de una nueva alza de interés, a pesar de los signos de incipiente recesión en la economía. Además: el precio de cobre sigue bajando. O sea, llegan menos dólares.
Y en Chile, en particular, hay quienes les hacen el juego a los especuladores. El Ministerio de Hacienda informó, el mes pasado, que destinaría cinco mil millones de dólares para “estabilizar” el tipo de cambio.
Pero los apostadores profesionales huelen al aficionado desde que pisa la entrada del casino. Una rápida mirada y ya se pusieron de acuerdo: aquí viene otro gil al que esquilmar.
El problema es que el incauto jugador maneja las finanzas fiscales.
Y esas van cuesta abajo en la rodada. Mientras pierde plata en las operaciones diarias del dólar, los ahorros soberanos en el exterior, de los que el gobierno de Piñera se sirvió generosamente, van a la baja.
De hecho, justo antes de irse, Piñera transfirió casi seis mil millones de dólares al más grande de ellos, el llamado Fondo de Estabilización Económico Social, un poco menos de lo que había “retirado” en 2021. Ahora, en mayo, ese fondo suma apenas unos 7 mil millones de dólares, 600 millones menos que en abril. El mercado es cruel. Al menos, con los países dependientes.
El ministro Marcel, el autor de esta ruinosa política fiscal, ve que va perdiendo, pero quiere seguir apostando. Por eso, en una rara muestra de temperamento, le echó la choreada -en clave pasiva-agresiva, se entiende- al Banco Central, que es el que maneja las reservas en dólares del Estado de Chile. Autónomamente, como se dice. Esas son actualmente 46 mil millones de dólares, un buen poco menos de su punto alto del año pasado, octubre, cuando alcanzaron 55 mil millones.
“Sería bueno, sería oportuno, que el Banco Central también pudiera compartir su propio diagnóstico sobre lo que está ocurriendo con el tipo de cambio, dado que es la institución que va siguiendo más de cerca los mercados y particularmente este mercado”, señaló Marcel, quien agregó que “es importante recordar que la política cambiaria en Chile es responsabilidad del Banco Central”. En castellano, eso quiere decir: “¡hagan algo, maldita sea!”
No deja de ser chistoso, considerando que Marcel fue hasta antes que asumiera como ministro, el presidente de ese mismo Banco Central.
¿Cuál es el problema con el dólar alto? Básicamente, que todo sube.
Para el ministro Marcel, sin embargo, eso no tan así, pero al final… igual, un poquito, sí. “No es un impacto directo”, razonó, “porque afortunadamente Chile no es una economía dolarizada, pero sí ocurre de manera indirecta, a través del impacto sobre los precios, algunos en particular, y el impacto sobre la inflación”.
Directo, indirecto…. ¡es lo mismo, jefe! Y que Chile no es una economía dolarizada, “afortunadamente”, es hasta por ahí, nomás, porque está orientada a exportar productos básicos baratos e importar productos elaborados caros, que se pagan con dólares.
A ese hecho, el fundamental, de la dependencia económica de Chile, este gobierno no tiene ninguna respuesta.
O, si hemos de creer al jefe de este gobierno, la respuesta es que hay que terminar con la “incertidumbre” que tanto aflige al capital. Porque el segundo problema del dólar alto, es que afecta las ganancias de aquella parte del capital que opera en el mercado interno.
Con tal de tapar los desaguisados de su zar económico, el presidente Boric hizo un nuevo ejercicio de sumisión a sus pretendidos adversarios políticos, como si fuera culpa de él lo del dólar alto.
“Por eso es importante”, indicó, “que los diferentes actores políticos demos señales de certidumbre, de que acá nos vamos a poner de acuerdo”.
¿Acuerdo en qué? “Para que, el día después del plebiscito”, agregó Boric, “sea cual sea el resultado, emprender un conjunto de conversaciones y trabajo para que el texto constitucional que finalmente tengamos los chilenos sea el que genere la mayor unidad posible”. O sea, que sea del gusto de la derecha.
Habrá que tenerlo en cuenta.