Presionado por el aumento y la dureza de las movilizaciones populares y la posibilidad de una destitución, el presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, dispuso poner fin al estado de excepción que regía seis provincias del país.
“Superar una movilización de estas proporciones puede ser un triunfo para el gobierno. También destacaría que desde Moreno para acá se ha constituido una alianza sólida de grupos de poder económico, político y mediático que no se había visto en el Ecuador por décadas, para un acuerdo implícito de sostener un proceso a largo plazo y superar la inestabilidad política”.
Así razonan los analistas desde la academia sobre el escenario en el que se mueve Lasso y sobres los desafíos que tendría que enfrentar para salir airoso de esta crisis.
Sin duda el analista que escribió estas palabras no habrá tomado desayuno cuando las escribió.
En el decimotercer día de movilizaciones, Lasso ya no sólo enfrenta una decisión firme de continuar el paro indefinido de parte de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), sino también una iniciativa de la la Asamblea Nacional para una posible destitución. Con estos dos actores, problablemente Lasso pueda dialogar.
Lo que ya no está en las manos del mandatario es el curso de la historia, y en este curso, nuevamente el protagonista es el pueblo en su conjunto. El pueblo que nuevamente se ha lanzado a la calle para exigir un “se vayan todos”, así como en 2019.
En una maniobra de ahogado, el mandatario ha anunciado este tarde terminar con la medida del estado de excepción, instaurado en las seis provincias del Ecuador donde se han registrado las mayores movilizaciones, con cortes de ruta, enfrentamientos con la policía, cinco muertos, cientos de heridos, gente desaparecida, etc. etc.
En paralelo, la Asamblea Nacional discute la posibilidad de una destitución. La medida de Lasso probablemente desinflama el nervio, pero la crisis económica y la brutal represión a la movilización ejercida por el ejército y la policía durante esta semana, no ha hecho más que exasperar los ánimos.
Por estos días, los partidos que sostienen al régimen intentan salvar el pellejo jugando con todas las piezas en maniobras desesperadas, pero lo único cierto y estable es que el poder está en las calles, con el pueblo decidido hoy, así como antes, a cambiarlo todo.