La abstención conforma la mayoría absoluta en las elecciones presidenciales en Colombia. Sin embargo, en la segunda vuelta se medirá el centroizquierdista Gustavo Petro con el extravagante candidato “anticorrupción” Rodolfo Hernández, rápidamente ungido por la derrotada ultraderecha uribista como su carta de reemplazo.
Gustavo Petro, el candidato de la coalición “Pacto Histórico” había mantenido desde su proclamación una clara ventaja en las encuestas. El día de la elección confirmó el margen, pero no lo acrecentó.
Según los datos oficiales, la participación electoral nuevamente no superó el 50%. Petro obtuvo poco más de 8 millones de votos, un 40,2%. Y quien, se esperaba, iba a ser su rival en la segunda vuelta, Federico Gutiérrez, el candidato del uribismo, quedó muy abajo, con 23,91%.
En medio de la debacle de la derecha, emergió la figura de Rodolfo Hernández, un septuagenario empresario de la construcción y ex alcalde de Bucamaramanga, en el departamento de Santander, en el noreste del país, que había llamado la atención por su discurso demagógico, “anti-corrupción”, y por agredir físicamente a un concejal que le había enrostrado sus propios tratos oscuros.
Hernández, que se presentó como un candidato ajeno al régimen, obtuvo 28,15%.
El resultado, aunque no enteramente sorpresivo, deshizo los cálculos de las distintas fuerzas políticas que esperaban un choque entre el continuismo de Duque y una opción de cambio, representada por Petro.
Ahora la contienda deberá resolverse entre Petro, que se ha ido derechizando progresivamente, y Hernández, quien concitó el apoyo de aquellos colombianos que le creen su promesa de que “conmigo nadie roba más” y de que, mediante una reducción del IVA, rebajará los precios de los productos básicos, y que, seguramente, esperan que las emprenda a los puñetazos con los políticos tradicionales.
Hernández recibió el apoyo inmediato del uribismo. Federico Gutiérrez le declaró su apoyo: “no he podido hablar con Rodolfo”, señaló, un poco cariacontecido, “pero poca falta me hace”. Además, prometió, por si acaso, que no sería parte de un gobierno de Hernández.
Los medios de comunicación burgueses no tardaron tampoco en declarar al segundo en el verdadero ganador de las elecciones.
La prensa internacional, un poco más lenta en adaptarse a la nueva situación, aún divaga si motejarlo como “populista de derecha” o, simplemente, el “Trump colombiano”.
La campaña electoral será de sólo dos semanas. Petro y las fuerzas que lo respaldan enfrentan una difícil tarea, pero la victoria sigue estando al alcance de la mano.
Se repite en la elección colombiana la suerte de los candidatos “progresistas” que aparecen como alternativa a los gobiernos derechistas luego de vastos levantamientos populares.
En la vecina Ecuador, Andrés Araúz no pudo mantener su favoritismo y perdió frente al derechista Guillermo Lasso. En Chile, Gabriel Boric inesperadamente quedó segundo frente a un postulante de ultraderecha. Su victoria en segunda vuelta se vio favorecida por el contraste político con su rival.
Petro, ciertamente, no contará con ese beneficio. Será presentado por su rival como uno más de una élite corrupta.
El ascenso de Petro recibió un impulso con el levantamiento popular de 2021. Desde entonces, se ha ido alejando de las demandas populares y se ha acercado a los sectores liberales, además de proporcionar garantías para la continuidad de la injerencia de Estados Unidos en Colombia. En su discurso propone “más ganancias para los empresarios” porque eso permitiría “mejores salarios”.
Tiene ahora dos semanas para lograr, como él dice, el millón de votos que le falta para lograr la presidencia, mientras el establishment se cuadrará con el “antiestablishment” Hernández.