El régimen de Kiev persiste en su decisión de prolongar la guerra, frenando, a un alto costo, los avances rusos. Tiene la expectativa de que las potencias occidentales, con su ayuda militar y presiones políticas y económicas, propinen una “derrota estratégica” a Rusia. La realidad, que indica la pérdida de vastos territorios y la inminente derrota de importantes formaciones, muestra el inmenso riesgo de jugarse todo con una sola carta.
Después de la rendición de las fuerzas nacionalistas en Mariupol, el gobierno de Ucrania entró en modo de control de daños. En un primer momento, adujo que los soldados “evacuaban” la acería de Azovstal. Luego, explicó que serían intercambiados por prisioneros rusos. Finalmente, dijo que ordenaron su rendición para conservar sus vidas.
Una mentira tras otra, para no reconocer públicamente la derrota de una batalla. Pese a la rendición de 2.400 militares ucranianos en Azovstal, la lucha continua en el Donbas.
El frente de guerra más candente se trasladó al noreste, donde las tropas rusas y de las repúblicas de Donetsk y Lugansk libran batallas para encerrar en “bolsones” a las tropas ucranianas que no reciben orden de abandonar sus posiciones antes de ser rodeadas y aniquiladas.
La desazón, la falta de experiencia de las tropas, los mandos sin conducción adecuada, la falta de logística, son algunos de los motivos que han hecho que se produzcan problemas de disciplina en las tropas ucranianas.
Ante la ofensiva rusa, los militares ucranianos han alzado su voz criticando a sus mandos y negándose a combatir. Esto ha provocado el encarcelamiento de unidades completas. El paroxismo ha llegado a tanto, que en la Rada Suprema de Ucrania se presentó un proyecto que permitía a los oficiales matar a los subordinados que se negaran a obedecer las órdenes y abandonen su puesto.
Parece que primó la vergüenza y el proyecto fue archivado. En la actualidad, los oficiales ucranianos pueden disparar a un subordinado que no obedezca una orden, pero sin causarle la muerte.
Lo complicado para los mandos que operan desde Kiev, es que la rendición de los nacionalistas en Mariupol se convirtió en un precedente para las tropas que están combatiendo en el frente de batalla. Así, la cantidad de prisioneros en la última semana se ha duplicado, llegando a más de 8.000 mil, sólo contando a los que se encuentran detenidos en las repúblicas de Donetsk y Lugansk.
El número debería crecer en la medida en que los diversos “bolsones” se cierren. La desmoralización, con el paso del tiempo, favorecerá el avance ruso.
Los mandos en la zona de guerra no saben cómo detener las deserciones. Han recurrido de las ejecuciones sumarias de los soldados que no quieren obedecer la orden de resistir y huyen del conflicto o quieren rendirse.
La decisión de sus jefes en Kiev fue la de “defender cada centímetro” de territorio en el este, apoyado en un amplio sistema de fortificaciones y defensas. La apuesta busca ralentizar al máximo el avance ruso, en la expectativa de que los envíos de armas de mayor alcance y la progresión de las sanciones económicas fueran desgastando el impulso ruso.
Ese cálculo, sin embargo, no tomó en cuenta el desgaste propio y el riesgo, que ahora queda patente, de los rusos, tras esforzados y lentos avances, cierren la trampa sobre las concentraciones de tropas ucranianas.
Esa evidencia y el debilitamiento de la voluntad de combatir en los frentes de batalla, ha obligado a la dirigencia ucraniana a reservar tropas para la defensa del oeste del país, ante la perspectiva de la caída del frente oriental.
Pero, al reservar tropas y material bélico, a la vez, debilitan los frentes de batalla, alentando aún más la desaprobación entre las tropas por la carencia de esos recursos.
Las posibilidades de protestas de los militares contra el régimen de Zelensky o de alguna asonada, son plausibles. Durante los anteriores ocho años de la operación militar ucraniana en el Donbas, ya habían ocurrido manifestaciones de los militares en contra de la falta de recursos en el frente de guerra.
Hoy, pese a que parece monolítica la estructura política que rige el conflicto, en terreno debe lidiar con la carencia de recursos para afrontar un período de crisis y mantener la guerra en marcha.
Actualmente, el régimen de Kiev depende enteramente de los recursos económicos y militares suministrados por otros países y organizaciones que pretenden mantener vigente la guerra. Muchos ucranianos no ven con buenos ojos el entreguismo del régimen a Polonia o la obcecación en negarse a una salida diplomática al conflicto.