La primera etapa de su operación militar especial, según los rusos, se cumplió. Está en marcha la segunda etapa. Su objetivo es destruir los bastiones de tropas ucranianas en diversos sectores del país.
El inicio de esta segunda etapa de la operación rusa, para muchos observadores occidentales y los analistas neófitos, estaría marcada por un retroceso.
En las negociaciones en Turquía surgieron señales de cierta distensión, como la promesa gestos “para la construcción de confianzas”. Paralelamente, los rusos repliegan sus tropas en torno a Kiev y Chernigov. Cada localidad abandonada, es declarada por los nacionalistas ucranianos como una resonante victoria militar.
Como en el período anterior al inicio de la “operación especial” la guerra es también una guerra de nervios: ¿cuáles son los propósitos de los bandos en pugna? ¿Cómo se pueden incentivar y desincentivar decisiones del contrario? Y sobre todo la pregunta: ¿qué viene a continuación?
Conviene, entonces, remitirse a los hechos. ¿Qué lecciones dejó la primera etapa de esta guerra?
Se trata dos cosas. Uno: quedó evidencia la capacidad real de las fuerzas ucranianas. Y dos: se reafirma el principio de que la guerra la gana quien posee la movilidad.
Las fuerzas rusas lograron un cometido fundamental: inmovilizar al enemigo en zonas en que su accionar es limitado y están en una posición defensiva.
En segundo lugar, lograron asestar golpes contundentes a la marina y aviación ucranianas, que fueron sacadas del conflicto. En relación a sus fuerzas terrestres, Ucrania ha sufrido una cantidad de bajas en batallones fogueados que no puede reemplazar, además de una significativa pérdida y destrucción de equipo militar.
En tercer lugar, Rusia ha destruido una parte sustancial de la capacidad logística ucraniana: suministro de combustible, pertrechos bélicos y alimentos. También han sido golpeados los talleres para reparación de vehículos blindados. Pero sobre todo se ha afectado la capacidad de mover esos equipos -y tropas- de un frente a otro.
Para Rusia, el avance de la segunda etapa significa el reagrupamiento de sus fuerzas para golpear a las formaciones ucranianas en los diversos frentes.
El primer frente, que experimenta el mayor refuerzo de tropas, está en el Donbas. Allí se pretende rodear a las tropas ucranianas y destruirlas: unos 50.000 soldados que constituyen la parte de su ejército con mayor capacidad operativa. En ese frente, junto a los rusos, operan las milicias de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Ese proceso se puede observar en miniatura en Mariupol: las tropas ucranianas que defienden la ciudad sitiada están siendo diezmadas sistemáticamente, luego de que fueran divididas.
También están bregando en el frente de Odessa, donde se halla inmovilizada otra parte de las formaciones ucranianas. Al sur, está la flota rusa; al oeste, están las tropas rusas presentes en Transnistria; al este, las tropas que avanzan desde Crimea; y al norte, la única vía para salir está bajo monitoreo de la fuerza aérea rusa.
El avance debería ir apoyado de tropas de voluntarios o de conscriptos rusos que realicen el trabajo de custodiar el orden público y apoyen la logística, como lo hacen actualmente todos los hombres llamados a las filas de las milicias de las repúblicas populares y que no son parte del ejército popular permanente. De esta manera, relevan a tropas profesionales de las labores de pacificación y les permiten concentrarse en las tareas de aniquilación del enemigo.
Una vez cumplidos estos dos pasos, o quizás el del Donbas, ya la mitad de Ucrania estaría bajo control ruso. Eso los habilita a avanzar hacia el oeste. Y eso, a su vez, significaría la capitulación del gobierno ucraniano o el avance hacia la frontera con Polonia y la toma total del país.
El lado ucraniano parece no tener muchas luces. Eso tiene una razón: no tiene la iniciativa.
El gobierno llama a volver a la normalidad en las ciudades, aun cuando la guerra no ha acabado.
Pide a negociar, pero cruza la frontera rusa y bombardea depósitos de combustible en Belgorov. Pero tampoco se atreve a reivindicar el ataque. Teme a la reacción de los rusos.
Y estos, en general, no dejan pasar ese tipo de hechos. Eso se vio en Siria. Turcos e israelíes cometieron el mismo error y lo pagaron caro. El presidente ucraniano, en vez de optar por la prudencia, parece que le hace caso a los británicos, que quieren que el conflicto continúe con la promesa del envío de todo tipo de armamento y apostando a que se incrementen las sanciones económicas, de manera que Rusia sea debilitada y paralice la guerra.
En el ámbito europeo, cada vez más se aprecian contradicciones internas. Todo quieren castigar a Moscú, de eso no hay duda. Sin embargo, las sanciones contra Rusia también tienen efectos adversos, pero desiguales, sobre los distintos países. Y la guerra es una cosa. Pero el equilibrio económico europeo es otra y, acaso, más importante.
Eso es una mala noticia para Zelensky, lentamente se van distanciando sus aliados en esta guerra. Y sólo van quedando los que esperan ganar algo con ella.