No, no, no es como suena. Piñera no reconoce ninguno de sus delitos. Al contrario, está envalentonado. Ve la debilidad del futuro gobierno, ve la debilidad de la derecha, y se dijo: ésta es la mía. El hombre quiere seguir en la escena política. Ya se dio cuenta que eso es su mejor protección.
Ni un respeto.
El futuro gobierno del presidente Boric claramente no impresiona mucho a sus adversarios. En los últimos días, los ministros de Piñera se han reunido con sus sucesores para entregarles carpetas y pendrives de información. No se trata, por lo visto, de secretos de Estado o de las combinaciones de la caja fuerte. Así, al menos, lo señaló el vocero de Piñera, Jaime Bellolio: “todo lo que entregamos está en la página web; lo que hicimos fue imprimirlo”.
En el encuentro de la -pronto- ministra del Trabajo, Jeanette Jara, del PC, con el -aún- secretario de esa cartera, el viejo coronel UDI Patricio Melero, salió un asuntito inquietante. Melero deslizó que el gobierno quería prolongar el llamado IFE Laboral, un subsidio muy popular entre los empresarios que pagan sueldos de hambre a sus trabajadores.
Jara, de inmediato, envió un whatsapp avisando al grupo principal del gobierno, el comité político, encabezado por Giorgio Jackson o por Izkia Siches, no se sabe bien. Interrumpidos en sus negociaciones para llenar los cupos de seremis y delegados presidenciales (los antiguos intendentes), la noticia provocó escozor. “¡Piñera se está gastando nuestra plata!”, una forma de decir que los subsidios deberán restarse de los recursos fiscales disponibles para el próximo gobierno. “Además ¡se lleva toda la gloria! ¡Y sin avisar!”, pensaron.
Bueno, así es Piñera. Si puede, te friega.
Mientras los noveles conductores políticos pensaban qué hacer, ya estaba ahí, en la tele, el propio Piñera haciendo el anuncio.
En la tarde, le tocó la reunión al futuro ministro Mario Marcel con el ocupante del ministerio de Hacienda. A diferencia de sus colegas, Marcel no lo pensó mucho. Total, basta pronunciar su nombre y el dólar baja al toque. Así que retó al ministro saliente Rodrigo Cerda en su propia oficina y frente a la prensa: “tuvimos una conversación franca al respecto y por ello esperamos no tener nuevas sorpresas de estas características. Le hemos pedido que en lo que resta de gobierno no se adopten medidas nuevas que comprometan recursos públicos. Y si eso ocurre, nos puedan informar”.
Cerda lo miraba, no más, su expresión escondida detrás de la mascarilla. Cuando fue su turno, le respondió, básicamente, “¡tapa!”. Palabras más, palabras menos, le explicó a un Marcel ya algo disminuido, que el gobierno iba adoptar las medidas que quisiera hasta el último día de su mandato y que no tenían que avisarle o pedirle permiso a nadie.
Cuando, finalmente, sacaron el habla, los representantes del gabinete de Boric ya estaban con la cabeza bien gacha: “el gobierno, en general, ha tenido una actitud constructiva, de entregar información. Por eso nos llamó la atención este -en específico- anuncio, que se hace fuera del marco de lo que veníamos teniendo en todos los otros traspasos, que estaban siendo buenos traspasos”, dijo Giorgio Jackson.
Pero a Piñera no le importó el tono sumiso. Había que seguir golpeando: “si nos acusan de que queremos gobernar hasta el 11 de marzo, me declaro culpable”, declaró.
¿Qué es lo que quiere hacer Piñera hasta el 11 de marzo?
Por lo pronto, ir por la plata.
Ya lo hizo con la licitación del litio. Este martes, el consejo de ministros aprobó, en el filo de los plazos, una termoeléctrica en Limache, Los Rulos, controlada por capitales estadounidenses.
Pero, hay más. En su misma alocución, Piñera bajó línea para la campaña de la derecha en contra de la convención constitucional. Como no es leso, no se centró en la eliminación del Senado o materias semejantes, sino en la defensa de lo que llamó “nuestras libertades”, la “libertad religiosa” o “derecho preferente de los padres de educar a sus hijos”.
Alguien está haciendo política aquí… y más allá del 11 de marzo.
Así lo ve, también, uno de sus detractores en la derecha, Mario Desbordes, quien culpa a Piñera del desastre político en el que está el sector: “el daño que han hecho es enorme. El tiempo y el análisis frío de las cosas demostrará cuánta cagada se mandaron pensando siempre en que podían frenar todo”, señaló en una entrevista en El Mostrador.
Desbordes apunta, por ejemplo, al proyecto de Pensión Garantizada Universal, que Piñera literalmente copió programa de Boric: “¿A qué gobierno, que le interesa proyectarse en el tiempo y tener un buen resultado en la parlamentaria y en la presidencial, se le pasa por la cabeza ingresar una iniciativa tan potente como la Pensión Garantizada Universal después de las elecciones?”
Claro, dice Desbordes, “lo que les importaba era fijar en la historia que esa fue una medida de Sebastián Piñera y sus boys, no de Chile Vamos”. Y remata: “es más, no me sorprendería que estén pensando en volver en cuatro años”.
¡No me digas, Sherlock!
Piñera sabe que no debe temer nada de sus adversarios políticos, ni del nuevo gobierno. Tiene garantías de que estará protegido.
Eso no obsta a que les haga sentir su debilidad y sus compromisos. Por si acaso.
Y en esa necesidad de resguardarse, radica el interés de Piñera de seguir mandando a la derecha, aunque esté disminuida. Lo importante es que le sirva a él.