Les dan todo en bandeja y los tipos igual tiran el mantel: los camioneros parece que pueden hacer lo quieren. Así lo demuestra su último “paro”. Pero hay mucho de mito en su supuesto poder. Sus antiguos primos hermanos, los micreros, pueden atestiguarlo.
El último “paro” de camioneros refleja bien como operan. El pretexto fue un hecho luctuoso, el asesinato de un chofer, pero no muy distinto a otros que ocurren diariamente en las carreteras. Todos los días hay accidentes mortales, asaltos, peleas. Y nadie se preocupa mucho de sus consecuencias, incluso las famosas organizaciones gremiales del rodado.
La muerte Byron Castillo calzó justo con una campaña amplificada por los medios de comunicación que atiza el pánico en contra de los inmigrantes, con una campaña orquestada por Carabineros de Chile para proteger su poder e impunidad y por una agenda política del gobierno saliente.
No nos engañemos. El estado de excepción decretado en varias provincias del norte era parte de los objetivos del gobierno de Piñera, la colaboración activa y la protección de Carabineros al paro, es parte de su plan para aumentar su poder frente a un gobierno entrante que ven débil y manipulable, la agitación en contra de los inmigrantes es una táctica de la ultraderecha.
Porque los camioneros lo único que quieren en este cuento es plata.
Y aún así, su poder parece irresistible. Un camión cruzado en una carretera parece el más insuperable de los obstáculos. Y una estela histórica, de nuevo, parece confirmar que los camioneros pueden hacer lo que quieren y cuando les de la regalada gana: el paro de 1972 en contra del gobierno de la Unidad Popular inaugura este verdadero mito en torno a este gremio.
Pero es cosa de ver el asunto un poco más de cerca y comparar a estos camioneros con los antiguos micreros de Santiago.
Decimos los micreros, no a los choferes de las micros. Esos últimos daban la cara al público -no eran muy populares-, debían competir por los pasajeros y eran frecuentemente asaltados por cumplir la labor de transportar a las personas. Fue una época en que en torno al transporte público giraba un sistema de delincuencia, prostitución, droga y abusos. Los choferes debían convivir con ese submundo.
Decimos micreros, por el gremio de los dueños de las micros: un grupo de mafiosos cuyo único interés era ganar dinero y sonsacarle recursos al Estado a través de beneficios y ayudas.
De la misma manera, cada cierto tiempo y cuando les convenía, hacían paros para presionar por más ventajas económicas.
En 2002 hicieron un gran paro, aunando todo tipo de demandas y contra de lo que veían venir: el Transantiago. Cortaron las arterias principales de Santiago. Con esa muestra de fuerza creían poder golpear la mesa y negociar con el gobierno.
Craso error.
Ya todo estaba cortado. La burguesía había decidido que ellos moverían los hilos económicos de esa industria a través de empresas especializadas en el rubro del transporte colectivo y con los bancos. Además, el Estado se sumaría, aportando fabulosas sumas de dinero para que todo fluyera de manera armoniosa y no hubiera problemas.
Se instaló el nuevo sistema de micros y por obra de magia, el gremio de los “micreros” desapareció sin pena ni gloria, absorbidos por una burguesía que ya no los necesitaba, ni a sus paros y amenazas.
Eso es la diferencia, para quien le interese la distinción, entre los burgueses y los pequeñoburgueses.
Hoy día los camioneros son similares a los micreros.
Lo importante es verlos no a los choferes, sino a los dueños de los camiones que están detrás, que se ocultan para mostrar como justas y razonables los petitorios básicos, pero que lo que buscan es siempre ventajas económicas. Saben a ciencia cierta que bloqueando carreteras, cualquier gobierno débil se entregará a lo que piden.
Sabemos claramente que, a los dueños de los camiones, no le interesan sus choferes, ni si los asesinan o no. No les interesan los inmigrantes ni la delincuencia ni el país.
Lo que les interesa es el dinero.
Nunca podrá estar de parte del pueblo quien busca sus intereses particulares por sobre los colectivos, quien busca beneficiarse, incluso, mediante la fuerza y el sufrimiento de las personas.