Mientras la variante Ómicron hace de las suyas, y crece y crece, el gobierno, por debajo, cambia las reglas para identificar a los contactos estrechos: “hágalo usted mismo”. ¿Por qué? Preguntarlo es responderlo: por plata.
La trazabilidad universal que implementara el Minsal nunca funcionó mejor -y peor- que en la famosa fiesta clandestina de Cachagua. ¿Se acuerdan? ¿En la que rezaban? Sí, esa misma, la de los cuicos pelolais que se tratan con nombre y apellido. Así, el trabajo de identificarlos y ubicarlos en sus respectivas direcciones no fue difícil. Pero como esa gente miente más que marinero con media botella de ron adentro, también fue un tremendo lío. Y no porque cuenten historias de aventuras, sino porque se querían evitar la cuarentena, aunque estuvieran esparciendo el virus.
Por eso, lo de la trazabilidad es un asunto complicado. Recién a mediados del año pasado el gobierno aceptó que la cosa no podían seguir haciéndola al lote, como durante todo el primer año de la pandemia. Pero, poco antes de las elecciones, echaron a toda la gente que habían contratado para buscar a los contactos estrechos.
O sea, se acabó la trazabilidad.
Ahora, que la variante Ómicron incrementó los niveles de contagios en un 140% -el día domingo se notificaron 9.454 infecciones diarias- lo lógico sería que corrigieran ese error.
Pero no. Este es el gobierno de Piñera. Y ese siempre dobla la apuesta. María Teresa Valenzuela, la ministra subrogante de la cartera de Salud, anunció una “estrategia diferente” de trazabilidad.
¿En qué consiste? El propio contagiado deberá notificar quiénes son sus contactos estrechos. Para que suavizar, esos potenciales difusores del virus pasarán a llamarse “en alerta Covid”.
Esto, en medio del ascenso de la variante Ómicron .
En efecto, Mauricio Canals, académico de la Universidad de Chile, en su informe semanal, establece que “si todo se mantiene exactamente como hasta ahora”, Chile podría llegar a alcanzar más de 40 mil casos diarios en las próximas dos semanas.
De hecho, el incremento más significativo se detectó en regiones. Antofagasta, pasó de 1.026 contagios activos a 3.852, más del 250% de aumento.
Y en este escenario ¿qué hacer? ¡Tiramos la trazabilidad a la chuña! Buena idea.
María Teresa Valenzuela lo dijo más bonito: la trazabilidad tendrá “un nuevo enfoque de responsabilidad individual y autocuidado, centrado en el mensaje ‘si te enfermas, yo te cuido’”.
El hecho de que, así, se ahorran una chorrera de plata no lo mencionó.
Sí lo tiene presente el secretario general del Colegio Médico, muy cercano al grupo del nuevo gobierno, José Miguel Bernucci: “trazar 50 mil casos activos es prácticamente imposible (…) creemos que probablemente va a ser mucho más costo-efectivo, sobre todo en el contexto en que ya no tenemos los equipos de atención primaria para trazar todos los casos”.
Costo-efectivo. Ya no suenen como antes. El futuro gobierno también querrá fijarse en la plata.
Y hay otra factor de economías. La trazabilidad existe porque la gente, voluntariamente, no entrega los datos de todos sus contactos estrechos. Es así. Nada que hacer. No se acuerdan. No saben quiénes son. Y no quieren causarles problemas a los amigos o familiares.
El efecto es obvio. Con trazabilidad, un contagiado puede tener, digamos, 15 o 20 contactos estrechos -o más- que tendrían que aislarse y… que tienen derecho a licencia, pagada por las mutuales o Fonasa o la isapre. Sin trazabilidad, bueno, va a haber gente que declaran ser unos auténticos ermitaños de la montaña.
Haga el cálculo de cuánto se ahorra. Y, después, piense en quién se beneficia.
Misterio resuelto ¿verdad?