El gobierno de Kazajistán invocó acuerdo de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva, y pidió el ingreso de tropas a su país, en medio de masivas protestas. Horas después del anuncio, se desplegaron las primeras fuerzas de mantenimiento de paz.
El presidente de Kazajistán pidió la asistencia militar de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, OTSC, aduciendo que hay una amenaza para la seguridad nacional y la soberanía del país por medio de una invasión de grupos criminales preparados en el extranjero.
La OTSC es un pacto integrado por Rusia, Bielorrusia, Kirguistán, Tayikistán, Armenia y Kazajistán. El acuerdo se compromete a prestar apoyo si se sufre una agresión o un ataque armado externo que amenace la seguridad y soberanía.
Las fuerzas de mantenimiento de la paz de la OTSC se desplegaron en Kazajistán con cerca de 2.500 soldados de Bielorrusia, Rusia, Armenia y Tayikistán. Su misión será proteger instalaciones gubernamentales y militares, así como proporcionar asistencia a las fuerzas armadas de Kazajistán. Ante cualquier ataque a las fuerzas del OTSC, estas están autorizadas a usar sus armas.
Las protestas en Kazajistán se desataron por la subida cercana a un 100% de los precios del gas licuado. En un principio tuvieron un carácter reivindicativo. Pero, con el correr de las horas, y apostando a que la represión debilitaría los ánimos de los manifestantes, el gobierno kazajo vio que, en vez de atenuarse las protestas, éstas se incrementaban. Multitudes comenzaron a saquear comercios e, incluso, a atacar instalaciones policiales, haciéndose de las armas y atacando a las fuerzas de seguridad. Se divulgaron imágenes insólitas, en las que policías y soldados entregan su armamento a civiles desarmados.
Las manifestaciones escalaron debido a la falta de decisión política del gobierno de revertir el alza del gas quien, optó inicialmente, a esperar qué sucedía. Pero dos días después, debió echar pie atrás, con un costo de vidas y político muy alto.
La revuelta acentuó la crisis del régimen local, en que se combaten distintas facciones. En un día, cayó una de las principales figuras políticas del país desde hace casi treinta años, Nursultán Nazarbáyev.
Kazajstán, rico en petróleo y poseedor de las principales reservas de uranio del mundo, jugaba desde hace año entre el apoyo de los Estados Unidos y de Rusia. En la hora de la necesidad, sus gobernantes tuvieron que optar con Moscú.
En medio de la incertidumbre, aumentan los rumores de una instigación externa que habría exacerbado los ánimos y los choques violentos en las manifestaciones. Siguiendo esta línea, Rusia planteó que se trata de intento externo para socavar mediante la violencia la seguridad e integridad del Estado, sin especificar quién estaría detrás de la maniobra.
La suposición rusa no es tan increíble; en los últimos meses, otros países que están en sus fronteras han debido lidiar con escenarios parecidos a los que tienen lugar en Kazajistán.
En Washington, la respuesta del gobierno estadounidense ha sido cuidadosa, mientras observadores ligados al extenso aparato de “seguridad nacional” de EE.UU., comentaban que las protestas le habían ayudado a Putin a conseguir una “fácil victoria”.