Estrenada en 2018 hoy, en su 3era temporada, llega a su final. Una serie subvalorada por los flashes, y convertida casi en “de culto” por la crítica especializada. Su estilo shakesperiano la vuelve un material de estudio, que retrata con maestría el modo de ser de la burguesía. Una serie que todo el mundo debería ver y estudiar.
El dueño de un imperio cae enfermo, con pronóstico reservado. De entre sus cuatro hijos, esposa y asesores más cercanos, debe resolverse quién asume la dirección de la industria comunicacional del jerarca. Todos dicen tener las condiciones y, queriendo demostrarlo, sólo confirman que no tienen ni la experiencia, ni la habilidad, ni menos el poder. En suma, de entre los hijos, no cachan mucho; y de entre los asesores, no son tan “atrevidos”. Así, ninguno convence. Para cuando el padre vuelve del coma, debe tomar decisiones de quién seguirá su legado económico y político. El imperio se le derrumba, y debe delegarlo a quien convenza y comprenda cómo funciona el oscuro mundo, a las luces y en las sombras, donde la burguesía se mueve.
Hablamos de la serie de televisión Succession, escrita y dirigida por el británico Jesse Armstrong. ¡Obra shakespereana!, según la crítica. Un breve spoiler: “Mira, te voy a decir cómo es ser rico, ¿vale? Es una puta maravilla. Es como ser superhéroe, pero mejor. Haces lo que quieres sin que te pillen. Llevas trajes, pero diseñado por Armani, y no te hace parecer un capullo”. Quien toma la palabra es el yerno del patriarca, Tom, quien de brillante no tiene nada. Es más, su suegro –Logan Roy- no hace más que despreciarlo, mirarlo en menos, hacerle saber que es un imbécil, pero mantenerlo siempre muy cercano. A decir verdad, Logan hace eso con todo su círculo. Es su método, tal vez su secreto de cómo gobernar y dirigir.
Armstrong retrata con brillantez y realismo a la burguesa familia Roy, cuyo jerarca es el dueño de la multinacional Waystar Roco. Todos tienen puñales largos. Todos quieren trascender frente a los ojos del patriarca. Algunos lo quieren sacar del juego, pero siempre lo requieren por necesidades de supervivencia. Lo odian, aman, y necesitan. Éste, en cambio, ama a sus hijos, pero no tanto como para delegarles el poder, porque sabe que de ser prescindible en su imperio, sus creaciones –sus propios hijos-, le devorarán. Como en el cuadro del pintor español Francisco de Goya, titulado Saturno devorando a sus hijos, también lo mueve ese temor, pero es algo que nunca llegará a reconocer, pues los débiles no triunfan.
La serie es una sátira muy elegante, con la que el espectador podrá hacerse una idea –nada equivocada- de lo ruin e inmoral que es la burguesía. De lo falta de escrúpulos a la hora de cumplir con una única tarea: mantener su poder, imponer sus condiciones, extender su tasa de ganancia, disfrutar de la vida de ricachones, en suma: imperar en el mundo. Deja en claro que sólo les preocupan ellos mismos. Ese mundo está plagado de imbéciles, pero esos imbéciles tienen poder y quieren seguir teniendo más poder.
De eso va Succession. Es una magnífica metáfora para entender bien a la “gran” burguesía, los peces gordos-gordos. Esa clase social que vive del trabajo ajeno. Es más, con cue’a saben qué es trabajar, y qué es lo que hace la gente de a pie. Bueno, para ser francos, lo aprenden cuando es algo que sólo les puede traer más réditos, como cuando se trata de convencer a una mujer abusada de que no haga tales denuncias y busquen un mejor acuerdo, monetario se entiende. Pero eso ya sería espoilear la serie.
En suma, Succession es un genial retrato de la burguesía, del mundo de los grandes capitalistas, con sus ¿virtudes? ¡No!, pero sí con sus métodos y ambiciones. Verla, además de hacerles reír de buena gana, y quedar pa’entro con algunas que otras traiciones, ayudará para continuar tomando notas de que esa burguesía es la que desprecia al pueblo, y sólo quiere hacer una cosa: continuar gobernando no importando el costo, o tal vez sí buscando pagar poco y ganar mucho: Win win.