El gobierno sigue paralizado por los efectos del caso Monsalve. No es la derecha la que lo acosa. Las acciones del ex subsecretario del Interior golpean desde adentro a uno de los pilares del Ejecutivo: su política represiva. Por eso, Boric se aferró, hasta el último minuto, al presunto violador. Y por eso, está ahora atrapado en una red de mentiras y engaños.
El presidente de la República, Gabriel Boric, ahora se declara partidario de los derechos de las mujeres. “Yo le creo”, exclama en dirección de una funcionaria de su gobierno que acusa a uno de sus más cercanos colaboradores de haberla violado. La ministra del Interior, Carolina Tohá, ahora dice que tiene “rabia” por toda la situación. El director general de la PDI, Eduardo Cerna, destituye a la jefa de Inteligencia de la policía, una protegida de su corrupto antecesor, la que había ejecutado las órdenes para tapar los rastros de los delitos de Monsalve.
Cuando queda la escoba, cada uno piensa primero en sí mismo.
El fiscal regional Xavier Armendáriz se vio obligado en una audiencia judicial solicitada por los abogados de Manuel Monsalve a mostrar algunas de sus cartas. Pero no todas.
Por eso, no quiso calificar como delito que Monsalve haya mandado a detectives a vigilar a la mujer que presentaría una denuncia por violación en su contra. Los ratis se hicieron pasar por trabajadores de un servicio de delivery, pero la funcionaria no les hizo caso cuando la invitaron a bajar de su departamento a la calle. Además, se sabe que los espías de la sección de inteligencia de la PDI se hicieron de los registros de las cámaras de seguridad del hotel en el que vivía Monsalve.
Por la misma razón -cada uno se salva solo- el director general de la PDI, Eduardo Cerna, declaró, antes que nadie, el viernes 18 de octubre, él no sabía nada de esas actividades de la PDI, ordenadas por Monsalve. Sólo confirmó que había informado el martes 15, en la tarde, a la ministra del Interior, Carolina Tohá, de que había una investigación en contra de Monsalve, pero que no le entregó “detalles”.
Con idéntica motivación -cubrirse sus espaldas y las de nadie más- la ministra Tohá, tres días después, relató ese mismo intercambio de un modo distinto: según ella, Cerna sí le dio “una información completa” y que le confidenció, “además, hay una investigación por la activación del sistema de inteligencia por parte del subsecretario. Esas dos informaciones, inmediatamente, se le traspasan al presidente”.
Y, finalmente, el presidente de la República, Gabriel Boric, en su larga conferencia de prensa del viernes 18, tiene un relato distinto: Tohá sólo le dijo que había una denuncia de violación. Boric no mencionó la “activación del sistema de inteligencia”. Al contrario, dijo que Monsalve habría inspeccionado personalmente los registros de las cámaras se seguridad del hotel en que residía. Comparó esa conducta como la de un inquilino cualquiera que le pide al conserje revisar las grabaciones.
Armendáriz, por supuesto, sabe que lo hizo Monsalve es, por lo bajo, obstrucción a la justicia. Pero como éste empleó a un organismo de inteligencia del Estado para ese fin, el fiscal quiere evitar meterse en líos, porque seguramente no es la primera vez que eso ocurre.
El jefe de los ratis, obviamente, sabía de eso el martes 15, cuando habló con Tohá. De hecho, se enteró de todo el asunto sólo porque los funcionarios que investigaban la violación descubrieron que sus colegas de inteligencia se les habían adelantado y le fueron a reclamar. En su pronunciamiento público, sin embargo, lo negó, porque eso demostraría que no tiene control sobre sus subordinados o porque quiere preservar las actividades de la sección de inteligencia de la PDI. Y con respecto a la investigación por delito sexual, aseguró no haberle entregado “detalles” a la ministra, porque hacer eso sería ilegal. Así que, seguramente, mintió.
Tohá, por su parte, dijo que tenía la información completa y que le dijo a Boric todo, incluyendo lo de la inteligencia al servicio de Monsalve, porque… bueno, porque ella es la que menos sabe de nada. Seguramente, así, lavándose las manos, cree protegerse.
Y, el presidente, por su parte, omite, justamente, esa información en su relato, pero, en cambio, confiesa que le “instruyó” a Monsalve a seguir “recabando antecedentes”, porque… cómo decirlo… porque, seguramente, es un imbécil.
Miss Marple, Hercule Poirot y Sherlock Holmes, todos ellos eran maestros del razonamiento inductivo. Los detectives de verdad, sin embargo, deducen las cosas.
Ven el conjunto y, desde ahí, trabajan hasta llegar al fondo.
¿Cuál es el conjunto en este caso?
Se trata de un gobierno que hizo de la “seguridad nacional”, de la represión, de los montajes judiciales, de la connivencia con los crímenes, la corrupción y la incompetencia de los aparatos policiales, y la impunidad, uno de sus pilares fundamentales.
Para ello recurrió al antiguo personal especializado de la Concertación, elevó como héroes a rastreros generales, y movilizó todos sus recursos en pos de esa tarea.
Pero, a diferencia de los gobiernos de la transición, éste es uno del derrumbe del régimen. No es raro, entonces, que todas las piezas individuales comiencen a fallar. Es decir, no es sólo el patriarcado el que animó la conducta de Monsalve. Es también la putrefacción de todo el sistema que queda retratado en las acusaciones en su contra.