Andrés Chadwick Piñera, ex jefe de la UDI, ex ministro y ex primo de Piñera, ex socio de Luis Hermosilla, había bajado el periscopio en medio de las revelaciones de los chats de su amigo. La derecha instrumentó una cuidadosa operación en el Congreso para protegerlo. Pero, para Chadwick, eso no es suficiente. Con un gesto teatral, quiere recordarles a todos que a él no lo deben tocar.
En estas páginas describimos el espectáculo de las acusaciones constitucionales en contra de tres ministros de la Corte Suprema. La magistrada ya señalada como potencial chivo expiatorio es Ángela Vivanco.
En una, a la vez, complicada y burda maniobra, la derecha buscó esterilizar los riesgos que se abren con su potencial destitución. Emparejó a Vivanco con el juez Sergio Muñoz, quien no tiene relación con los chats de Hermosilla, y borró toda mención de Andrés Chadwick de la acusación constitucional que se verá en la Cámara de Diputados.
Chadwick, por cierto, eso es lo que muestran los mensajes con Vivanco, es el mandante directo de Hermosilla, quien le daba órdenes directas a la ministra de la Corte Suprema para manipular la composición de salas y, más importante, fallos, que afectaban al gobierno de Piñera.
Así quedó demostrado, entre otros casos, en la tramitación de un recurso de amparo presentado en favor de un niño mapuche que había sido maltratado por personal de la PDI.
Por ese hecho, Vivanco debiera enfrentar la justicia. Pero ¡ay! ella es “la justicia”,de modo que se tuvo que recurrir a otros mecanismos, como la acusación constitucional. Pero en el otro lado está no sólo Hermosilla, sino que Chadwick. Y eso ya es más complicado.
El ex ministro no había dicho nada sobre las revelaciones, excepto en dos momentos. Primero dijo que los millonarios pagos que recibió de Hermosilla son perfectamente legales. Y, después, declaró que su intervención en favor de los estafadores hermanos Sauer ante la Comisión de Mercados Financieros sólo fue para hacer una simple consulta.
Ahora, sin embargo, optó por el alto drama.
Dice que se va a querellar en contra de los diputados del oficialismo que presentaron, demasiado tarde para que sea vista en la cámara, una acusación constitucional en contra de Vivanco, en la que él sí sale nombrado.
Según Chadwick, los parlamentarios “izquierda-oficialistas” quieren “con encono y mañosamente” involucrarlo en el “caso Audios” y, continúa, deberán “responder” ante la justicia, “que es ante quienes pueden defender su honra en una democracia las personas que son víctimas del abuso político”.
Chadwick suma así otro crimen a su prontuario, esta vez en contra de la sintaxis de la lengua castellana.
Pero sobro todo, refleja que se está un poquito desesperando.
Además, todo coincide con que el tinglado que había levantado en la Universidad San Sebastián -él es el presidente de su junta directiva- amenaza con desarmarse. Basta con que uno de las partícipes de esa trama, que recién se está develando, se ponga nervioso y empiece a cantar… ¡Ayayay!
Así, al estilo mafioso, Chadwick se decidió por un apriete en forma de acción judicial.
Una querella por injurias y calumnias en contra de personas protegidas por el fuero parlamentario, obviamente, no asusta a nadie.
Es más bien un recordatorio de qué le deben; entre otras cosas, quiere extender a su persona y circunstancia los acuerdos de impunidad tejidos entre el actual presidente Boric y su antecesor, Sebastián Piñera.
Claro, si éste último viviera, nada de esto estaría pasando.
Pero sin el titular del contrato, Chadwick teme que no le cumplan su parte.
Se está poniendo interesante la cosa.