“Que respeten, estos rotos de mierda”

¿Pero cómo vamos a respetarlos a ustedes, señores burgueses, si ustedes son tan increíblemente imbéciles? Y cagones. Y cochinos. Las filtraciones de Hermosilla nos dan nuevas muestras de cómo piensa nuestra clase dominante. En este caso, en los intercambios entre el entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick, el magnate Álvaro Jalaff y el consabido Luis Hermosilla, durante el levantamiento popular de 2019.  

9 de septiembre de 2024

El sitio Ciper Chile hizo una nueva entrega de mensajes filtrados de Luis Hermosilla. Las publicaciones siguen una lógica difícil de discernir, excepto para los directamente involucrados.

A fines de la semana pasada, se supo, pero en otros medios, de que la propia fiscal que persigue a Hermosilla, Lorena Parra, le había pedido apoyo para su designación a la cabeza de la fiscalía regional metropolitana oriente. Y, sin que nadie se le hubiese pedido, el fiscal nacional, Ángel Valencia, declaró que él también se había comunicado con Hermosilla. Pero esos mensajes, aseguró, nada tienen que ver con su postulación al cargo que actualmente ocupa.

Las últimas revelaciones, sin embargo, apuntan al nexo entre Chadwick, su socio Luis Hermosilla, y los hermanos Jalaff, entonces controladores, junto a una integrante del grupo Luksic, de Patio, un conglomerado de centros comerciales y operaciones inmobiliarias.

Los Jalaff, Álvaro y Antonio, forman parte central de los negocios truchos que llevaron a la cárcel a Hermosilla. Sin embargo, no han sido formalizados por delito alguno, al igual que Chadwick, quien era el receptor de millonarias transferencias de Hermosilla.

Los mensajes publicados dan cuenta de que esa relación que, se supone, estaba fundada en el dinero y el poder, se expresaba de un modo, casi compulsivamente, emocional. Luego de una cena entre los hermanos Jalaff, Chadwick, otros invitados, y Hermosilla (éste había prometido la presencia de “unas venezolanas” – sólo una “broma”, según el mojigato parecer de Ciper), Hermosilla declaró que “su amigo” -Chadwick- había quedado “feliz”. “Te quiero más que antes”, escribió el abogado a Álvaro Jalaff, quien respondió “yo, a ti te amo. Y a él, lo quiero mucho”.

Álvaro Jalaff

El 18 de octubre de 2019, estos herméticos círculos se vieron súbitamente trastocados por la realidad. Álvaro Jalaff se puso exigente.

“¿Qué onda nuestro amigo?”, le escribió a Hermosilla, en referencia a Chadwick, el ministro del Interior, “debe poner mano dura de verdad, Trump way. No se ven los milicos”.

Y continuó: “no entiendo dónde andan los militares, no entiendo. Tenemos que llenar de militares. Esto es todo Chile. Esto en mi mall de Rancagua. Deben decretar emergencia nacional y toque de queda nacional”.

“Así se hará”, respondió Hermosilla. Y así fue.

El 20 de octubre, Jalaff siguió exigiendo: “Está la cagada y la inoperancia del gobierno es increíble”. Más tarde, agrega: “acabo de hablar con los CEO de Falabella, Cencosud, Walmart; todos muy preocupados por el alejamiento del gobierno. No existe comunicación ni apoyo.”

Informa que la “unidad de inteligencia” de las compañías del gran comercio habían hecho un “cálculo preliminar”, según el cual ellos necesitaban 10 mil efectivos de las Fuerzas Armadas desplegados en las calles.

Ya en la noche, siguió: “estoy armando mi propio ejército. 500 efectivos.” Y una hora después, siguió presionando. “Hermano”, le escribió a Hermosilla, “necesitamos mano dura. Que respeten estos rotos de mierda”.

Días después, el mismo personaje ya se muestra dispuesto a ceder: “me voy a sumar a las 500 lucas y 40 horas. Desde hoy”.

La renuncia de Chadwick al gobierno, el 28 de octubre, es comentada escuetamente por los interlocutores: “nuevo inquilino”.

Todo esto merece sólo un comentario.

El orden burgués es difícil de entender.

Por una parte, es un fenómeno histórico. O sea, engloba a grandes grupos humanos, a clases sociales, y sus necesidades e intereses; tiene un desarrollo y adopta distintas formas; penetra la cultura y la manera misma de ver el mundo que tienen los humanos; levanta grandes ideas e ideologías, la democracia, la separación de poderes, los derechos humanos; y le da un marco fijo a la política, al menos como se presenta ordinariamente.

Por otra parte, el orden burgués es una dictadura que busca mantener la esclavitud de la mayoría de la población para que unos vagos criminales vivan como cerdos a costa de los demás.

Los defensores del orden burgués, sobre todo aquellos que acusan una “sensibilidad social”, quieren centrar el problema en lo primero, en aquello que ya está establecido y consolidado en un plano ideal, en aquello que se interpone en nuestras mentes entre el poder de la clase trabajadora y el poder de la burguesía.

Los enemigos del orden burgués, en cambio, sabemos en qué consiste el poder real de las partes en contienda. Y cuando decimos que hay que derrocar este sistema nos referimos, en primer lugar, a que hay que acabar con esta manga de animales inmundos que son los que, en efecto, mandan en la sociedad.