Dos semanas después de las elecciones presidenciales venezolanas, la campaña para otorgarle el triunfo al candidato vicario de la oposición va perdiendo fuerza… y foco. La propuesta pública de Brasil, de un “gobierno de coalición” con el chavismo o nuevas elecciones bajo supervisión extranjera, fue furibundamente rechazada. La conclusión de todo esto es simple: Maduro no se va.
La “protesta mundial” convocada por María Corina Machado no decepcionó en una cosa: fue, efectivamente, una movilización internacional. En el continente, hubo concentraciones en Lima, en Bogotá, en Buenos Aires, y otras ciudades. En Madrid, los venezolanos residentes recibieron el apoyo de adherentes de la derecha local. En Santiago, la prensa amistosa a la oposición venezolana contó, con generosidad, cuatro mil personas en un mitin en el Parque Almagro.
Como regla, no se deben menospreciar a las masas, aunque éstas sigan a la reacción. Pero cuando la estrategia política consistiría -al menos así lo declaran los dirigentes antichavistas- en copar las calles y plazas, pero el espacio público permanece mayormente vacío, es un indicador que algo anda mal.
Lo pudo comprobar María Corina Machado quien se dirigió a una multitud en Caracas que, siendo apreciable, no superó en cantidad a una movilización paralela del chavismo, encabezada por Nicolás Maduro. El entusiasmo se mantiene, claramente, dentro de estrechos límites, que desmienten el 70% de respaldo que se atribuye el candidato opositor Edmundo González Urrutia. El sedicente ganador de las elecciones, nuevamente, prefirió no asistir al acto. La policía, en tanto, remolcó el camión en que Machado dio su discurso, “por estar mal estacionado”.
El supuesto apoyo en las elecciones también queda desmentido por la reacción inmediata en contra de la idea de revalidarlo en unos nuevos comicios, bajo reglas ad-hoc, y supervisados por la propia oposición y potencias extranjeras que la favorecen.
Es lo que propuso el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, en una entrevista. Otra opción, dijo, sería formar un “gobierno de coalición” entre la derecha venezolana y el chavismo. El mandatario, por primera vez, habló las iniciativas que él habría estado gestionando en reserva. Que lo haya hecho público puede tomarse como una señal que esas tratativas no parecen viables.
Desde Washington, la reacción fue, como ya es acostumbrado, ambigua. El presidente Joseph Biden dijo apoyar los planes de Lula, sólo para ser desmentido después por los voceros de su gobierno.
La resolución de la disputa de las elecciones se dará en los términos que delineó Maduro: ante la justicia. Pero, sin importar lo que se sentencie el Tribunal Supremo de Justicia, el conflicto político, en Venezuela, el continente y -digamos las cosas como son- en el mundo, continuará y se profundizará. Los “demócratas” que aparecieron ahora harían bien en tenerlo en cuenta.