La gran cruzada por la “democracia” en Venezuela partió como caballo inglés, sólo para volver a su acostumbrada existencia de mula de carga. Los partidos opositores comienzan, cuidadosamente, a separarse de Machado, quien ahora quiere “negociar”, debido a la falta de entusiasmo y energía golpista en Washington.
Si se acepta la idea de que grandes procesos históricos pudieran depender de una persona, una proposición de por sí dudosa, en el caso de Venezuela y de su actual crisis, habría un candidato claro. Su nombre es John Bolton, el señor de la foto.
Si no fuera por sus bigotes, su larga actividad como funcionario en diversas administraciones republicanas, desde Reagan, pasando por Bush padre, Bush jr., y Trump, se confundiría con la de muchos otros llamados halcones, propagandistas y promotores de golpes de Estado, asesinatos políticos, campañas de desestabilización y guerras sangrientas.
De muy joven, como alumno de la universidad de Yale, Bolton se distinguió como férreo partidario de la guerra de Vietnam. Cuando el azar lo seleccionó para cumplir su conscripción militar en la línea del frente, el joven Bolton activó relaciones y contactos y empleó una triquiñuela legal para evitar su despacho a Vietnam.
Años después, se justificó en un libro autobiográfico titulado “Rendirse no es una opción” de la siguiente manera: “una cosa es morir por la patria, otra es hacerlo por conquistar territorio que las fuerzas anti-guerra en el Congreso devolverían [a Vietnam]…”. Quizás considerando el hecho de que exactamente eso es lo que hicieron miles de soldados estadounidenses, Bolton agregó que “mirando atrás, no estoy especialmente orgulloso de ese cálculo”.
Los cálculos de Bolton fueron los que impusieron la estrategia golpista en contra de Venezuela durante el gobierno de Trump. En otro libro, en que describe su paso como asesor de seguridad nacional en la Casa Blanca, relata como manipulaba a su entonces jefe para que adoptara políticas “más duras” en contra de diversos países.
Habla menos, sin embargo, sobre su principal iniciativa política, la campaña en contra de Venezuela. El plan de Bolton incluyó el intento de provocar un golpe de Estado, de establecer un presidente paralelo -Juan Guaidó- y de quebrar la economía de ese país.
Las dos primeras metas se derrumbaron rápida e ignominiosamente. El ejército no se dividió, a pesar de los esfuerzos. En el último intento de lanzar un golpe, en abril de 2019, el propio Bolton recurrió a Twitter para comunicarse directamente con la cúpula militar venezolana. “El tiempo se acabó. Acepten la amnistía ofrecida por Guaidó, protejan la constitución y derroquen a Maduro”, exigía, exasperado. Su llamado no fue escuchado.
El famoso “presidente interino”, en tanto, pronto había quedado aislado internamente. Los sectores más derechistas de la oposición, encabezados por María Corina Machado, desde un primer momento, habían saboteado sus esfuerzos. Ellos pedían directamente a Estados Unidos que invadiera a Venezuela y desatara una guerra en el país. El “mandato” de Guaidó terminó, como siempre, en pugnas por el control del dinero; en este caso, recursos del Estado venezolano confiscados por Washington. Al cabo de uno o dos años, toda la plata, millones y millones de dólares de “ayuda humanitaria”, “inversiones para la reconstrucción” y “gastos operativos”, había desaparecido.
Sólo el tercer objetivo fue exitoso. Golpeada por el bloqueo de sus exportaciones de petróleo, el producto interno bruto sufrió una caída de casi 30% en 2020, equivalente al colapso sufrido por Estados Unidos en el período de la gran depresión, entre 1930 y 1933.
Las consecuencias de la dependencia de Venezuela de Estados Unidos nunca antes se habían expresado de una manera tan dramática.
En este contexto, bajo un acuerdo entre el gobierno de Maduro y Washington, se realizaron las elecciones presidenciales del 28 de julio.
Su desenlace fue el esperado, mas no el deseado por la oposición venezolana y sectores políticos derechistas y/o, nunca mejor usada esa barbárica conjunción, subordinados a los intereses de Estados Unidos.
Bolton ahora le pone la lápida a las versiones de una negociación tripartita entre Caracas, Brasilia y Washington. Los trascendidos, publicados por Wall Street Journal, en el sentido de que los operadores de la administración Biden le habrían ofrecido una “amnistía” a Maduro, a cambio de que deje el poder, son desestimados por Bolton: “no creo que Maduro prestará atención a este esfuerzo”.
Tampoco “cree” que haya una “opción a una acción militar por parte de Estados Unidos”.
Y, finalmente, tampoco “cree” que un eventual gobierno de Trump signifique un cambio en la postura de Washington hacia Venezuela: “las políticas de Trump son tan débiles como las de Biden. Biden nunca tuvo que haber levantado las restricciones contra Maduro. Hay que recordar que Trump en el último año (…) dio un giro con lo que tuvo que ver con Venezuela y no tuvo una postura diferente para respaldar a Guaidó”.
¡Oh!
Esa conclusión ya llegó a la oposición venezolana.
Los partidos que respaldaron a Machado, es decir, a Edmundo González Urrutia -que así se llama el “claro ganador de las elecciones”- cumplieron con el requerimiento del Tribunal Supremo de Justicia para investigar los comicios.
A diferencia de su candidato, quien alegó no haber sido notificado personalmente de la audiencia, estos dirigentes sí consideraron prudente asistir a la convocatoria judicial, que se inició por una acción presentada por el presidente Nicolás Maduro y como un modo de encauzar la disputa política tras las elecciones.
Interrogados por los magistrados, los jefes opositores, que incluyen -curiosa dictadura ésta- al gobernador de Zulia, el mayor estado del país y el que concentra la industria petrolera, Manuel Rosales, declararon que ellos no tenían las famosas actas que probarían, más allá de toda duda, el triunfo de Urrutia. Agregaron que ellos no saben cómo éstas se reunieron, se trasladaron, se contaron, nada. Sólo dieron una pista: todo ese cuento es manejado por una empresa, llamada “Súmate”, que es controlada por Machado.
“Ella verá qué hace”, parecieron decir los principales adversarios políticos del chavismo en Venezuela.
Y ella, también va cambiando de melodía. Si la primera consigna había sido ejercer presión en las calles, ahora las manifestaciones opositoras se van espaciando. La última convocatoria es para el próximo fin de semana para una movilización “mundial”, según se ha anunciado.
Quizás esa sea la oportunidad en que aparezcan el millón de activistas de la oposición que, según Machado, se desplegaron, “cada uno con tareas específicas”, el día de la elección.
Y, ciertamente, sería también una ocasión propicia para que explique en qué consisten las “negociaciones” que ahora dice querer entablar con el gobierno que, supuestamente, les robó las elecciones.
La invitación al diálogo también desplaza a los destinatarios.
Hace apenas una semana, fueron los “ciudadanos militares”, a los que instó a proclamar, “de inmediato”, a González Urrutia como “presidente electo”. Ahora, las conversaciones deben ser con Maduro.
Nosotros lo dijimos aquí: Venezuela puede ser difícil de entender. Pero con algo de esfuerzo, todo se puede.
Pero pedirle eso a nuestros “demócratas”, sobre todo a los locales, acá en Chile, es como ofrecerle agua bendita al diablo o, menos metafórico, que agarren una pala, como se dice.
Porque a eso sí que le tienen miedo. Pero eso es otra historia.