Presionado por las protestas de los vecinos y, quizás, con un ojo en las encuestas, el gobierno se lanzó en contra de Enel por los prolongados cortes de luz. El alto volumen de los reclamos retóricos no logra tapar la muy real impotencia de las autoridades y su sumisión a los dictados de los capitales transnacionales. Cachetadas de payaso, pues. O, en este caso, los payasos hacen como que le pegan al dueño del circo y éste hace como que le duele. (Advertencia: contiene algunas groserías, pero en italiano)
El presidente de la República, Gabriel Boric, decidió dar a conocer su parecer sobre los cortes de electricidad en la capital y varias regiones del país, luego de las tormentas de la semana pasada. Lo hizo en el Palacio de La Moneda, flanqueado por el ministro de Energía, Diego Pardow, y el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve.
Explicó que el gobierno no dispone de “un botón” que permita encender la luz en las casas que están desconectadas de la energía eléctrica. “Por eso”, continuó, deben ser las empresas privadas quienes deben resolver el problema.
Pero éstas ¡ay! han sido “irresponsables”: han querido “ahorrar plata” en vez de reponer el servicio. Además, no contestan el teléfono a sus clientes y, en general, dan puras promesas que no se cumplen.
Todo eso, concluyó el mandatario, es “absolutamente inaceptable”, elevando en un semitono su ya aguda voz.
Lo absoluto, como se sabe, es aquello que no depende de ninguna condición.
Y como en este caso lo aceptable o inaceptable está sumamente condicionado, habría sido mejor que Boric hablara de “relativamente inaceptable”.
Tiene razón en que Enel, la compañía italiana que controla la distribución de electricidad en la Región Metropolitana, “ahorra plata” con las reposiciones del servicio.
Esa labor es tercerizada a otras empresas, contratistas, las que, a su vez, encargan la realización de los trabajos a sub-contratistas, quienes son los que juntan a los trabajadores que hacen, al final, luego de una larga cadena de explotación, la pega de verdad.
Resulta que hace un par de meses, Enel cambió las condiciones de los contratos y subcontratos. Antes, la mayor parte de los ingresos provenían de un sistema de puntos, en que se pagaba, básicamente, por la rapidez en la conclusión de la tarea; por ejemplo, sacar el poste caído, instalar un nuevo, cambiar el cableado, etc. Si se lograban determinadas metas, además había un bono como premio.
Ahora, en cambio, los bonos desaparecieron y los puntos se redefinieron. El resultado es que se paga menos y, la mayor parte, a suma alzada. Es decir, no vale la pena para las empresas contratistas levantar tres postes en un día, si con uno ganan lo mismo. No es raro, entonces, que se demoren más.
¿Por qué Enel haría algo tan inaceptable, relativamente hablando?
Porque ese es el sistema que rige en Chile.
Digámoslo en una sola oración.
Contra lo que vocifera Boric, Enel es una transnacional que se hizo de una empresa estatal, Chilectra o Chilmetro, que fue robada por un grupo de funcionarios de la dictadura, quienes, a su vez, le robaron a esa compañía, rebautizada Enersis, cuando la vendieron, en “democracia”, a la española Endesa, en lo que se conoció como el “caso Chispas” -y en el que, por otra vía, terminó beneficiándose el “demócrata de toda la vida”, como lo llama el mismo Boric, Sebastián Piñera- y que, como los de Endesa también habían robado, pero se quedaron sin plata, liquidaron su participación a Enel, a su vez privatizada por el estado italiano, y que ahora también está sin plata, por lo que debe robar a los usuarios y al Estado de Chile, que les regaló, hace apenas tres meses, un aumento de las tarifas criminal y todas las concesiones, a partir de 2027, de suministro eléctrico a los clientes regulados, o sea, las casas, en los tres sistemas zonales, y en todos los sub-bloques horarios, es decir, el 100% de todo hasta el año 2047.
Hay que ser muy mezza sega, Boric, para hacerse el enojado después de haber vendido al país así.
Y hace un mes, los italianos celebraron: aumentaron sus ganancias en un 120%.
Por eso, en términos relativos, por supuesto, a Enel le importa un soberano rábano lo que diga el gobierno.
Especialmente, la amenaza, lanzada al pasar por el presidente, de que se “revisaría” su concesión.
Che cazzo dici?
¡Si su propio ministro acaba de entregarle una nueva por 20 años!
Puro cuento para los giles.
Menos les interesan las multas de la Superintendencia por los incumplimientos.
¡Con esa plata compran los ravioles del mes!
En resumen, métanse su falsa indignación y su patética empatía donde mejor les quepa y vaffanculo.