La celebración anticipada y pública de su victoria judicial -una condena de sólo seis años por abuso sexual, que podría diluirse con maniobras jurídicas- le salió como el famoso tiro por la proverbial culata al patrón de Placilla, Eduardo Macaya, y a su hijo, el jefe de la UDI. Ahora todos se vuelven en contra del reo, hasta que el asunto pase al olvido y todo pueda volver a la normalidad.
La Corte de Apelaciones de Rancagua, la misma que había reemplazado la prisión preventiva del pederasta Eduardo Macaya por la estadía obligada en su fundo en la comuna de Placilla, dio un giro en 180 grados y abjuró de todo lo decretado en ocasiones anteriores.
En un razonamiento que la lógica consideraría demasiado exigente, los ministros argumentaron que las condiciones especiales y de privilegio -una pieza privada en la sección del hospital- otorgadas por Gendarmería a Macaya durante las dos ocasiones en que estuvo recluido transitoriamente en la cárcel de Rancagua, seis días en total, “aumentan el peligro de fuga, sobre todo si se considera el actual régimen de arresto domiciliario, pues el control de este no es permanente”.
Reiteremos: es la misma Corte que había cambiado, en su momento, ese “trato diferenciado, no justificado objetivamente”, como lo llaman ahora, por el arresto domiciliario, más una millonaria fianza.
Lo curioso es que lo que haga Gendarmería, si sus acciones están “objetivamente justificadas” o no -como, por ejemplo, prestarle el estacionamiento del alcaide para que Macaya (hijo) estacione su Toyota 4Runner 4.0, cuando fue a visitar al imputado, fuera de los horarios establecidos, durante sus brevísimas estadías carcelarias- es supervisado por el gobierno, a través del Ministerio de Justicia, y… la Corte de Apelaciones de Rancagua.
Los ministros del tribunal de alzada consideraron otra razón para meter a Eduardo Macaya en prisión preventiva.
Resulta que, coincidentemente, el Tribunal Constitucional rechazó un requerimiento de la defensa de Macaya, presentado por el abogado Juan Carlos Manríquez, quien actualmente defiende a… ¡Daniel Jadue! En ese recurso se pedía que se declarase inconstitucional y contrario a los ¡derechos humanos! de Macaya que éste cumpliera su benigna pena de cárcel, pues, en la cárcel.
Luego de ese adverso desenlace judicial, estimó el tribunal de Rancagua, el riesgo de fuga aumenta.
Todo lo que había funcionado bien, ahora anda al revés.
Ahora la fiscalía investiga a los gendarmes: le incautaron el celular al jefe operativo de la cárcel Rancagua, para ver qué mensajes intercambiaba con los Macaya.
Y ahora dicen que todo esto es culpa de Javier Macaya. Si se hubiese quedado callado, no habría causado el revuelo público y todo habría seguido según el plan, un plan que hubiese asegurado la impunidad al pederasta y la salud política de la UDI.
Quienes piensan así, sin embargo, se equivocan.
Si Macaya hijo hubiese guardado un silencio prudente, no sería un Macaya, ni presidente de la UDI.
Lo que muchos no comprenden es que esa gente es así: no tienen escrúpulos ni límites ni moral ni nada. Si tuvieran alguno de esos atributos no se habrían hecho de las tierras, riquezas, capital y poder que poseen.
Los efectos políticos del tropiezo de Javier Macaya no son menores, en todo caso. La alianza personal que éste había tejido con el presidente Gabriel Boric termina definitivamente desvalorizada. Pero eso ya es historia pasada.
Más llamativo es que las pretensiones presidenciales de Evelyn Matthei quedan muy dañadas.
Matthei buscó, cuando captó, finalmente, la dimensión del escándalo, separarse lo más posible del oligarca colchagüino.
Y este viernes, escribió en twitter que “los privilegios que recibió en la cárcel Eduardo Macaya no son aceptables e indignan a los chilenos” y agregó que “nada, ni la forma de vestir, de hablar, nada, absolutamente nada, justifica un abuso sexual”.
Eso último estaba dirigido directamente a Javier Macaya. En la investigación de la causa, éste había intentado culpar a una de las víctimas de los abusos de los que fue objeto; apuntó, justamente, a la forma de vestir y de hablar de la niña atacada por su padre.
Lo que hace Matthei parece razonable y adecuado, si quiere postularse en una elección presidencial. Pero los otros, la UDI, eso no se la van a perdonar nunca.
En un par de meses, ya se va a ver cómo las encuestas ya no son tan buenas, las dudas sobre la “impulsividad” de Matthei crecen, que mejor hacer una “primaria competitiva”, o derechamente, apoyar a Kast o, quizás, a la Cubillos que, para entonces, habrá ganado la alcaldía de Las Condes con 110% de los votos, etc., etc.
Ya verá. Espérese un tantito, nomás.
¿Que estas especulaciones carecen de toda racionalidad, dice usted, sagaz lectora? ¿Qué por qué la derecha se perjudicaría a sí misma, sin motivo necesario, pregunta usted, escéptico lector?
Miren. A falta de un, digamos, marco conceptual mejor, hemos hablado repetidamente del gallinero revuelto para describir al régimen político de este país, y de pocilga o porquerizo, para ilustrar el estado de su clase dominante.
Debimos haber incluido a los escorpiones.
Como en el famoso cuento que junta a este alacrán venenoso con una rana ingenua, a la que le propone cruzar el río sobre sus espaldas y a la que le asegura que no la picará durante el trayecto, porque no sería conveniente para ninguno de los dos, al final, el escorpión siempre muerde.
Está en su naturaleza.