Quedan, en rigor cronológico, dos años para termine este gobierno; es la mitad del mandato. Pero la política no funciona así. Cuando se tiene una administración tan débil, todo se acelera. Los buitres ya rondan en el gallinero oficialista, que no podría estar más revuelto. Las plumas vuelan.
“Hace falta Guillermo Teillier”. La frase, en letras catástrofe en La Segunda, es una estocada o, mejor dicho, un picotazo de aquellos. El senador Daniel Núñez -¡qué lejos ha llegado desde sus días de macuquero estudiantil!- le echó la foca a su propio presidente de partido, Lautaro Carmona.
“Rescato”, explicó Núñez su lamento, del fallecido jefe del PC “dos características que deben tener continuidad y que considero un legado: dirección colectiva e inclusiva. La otra es poner al centro una política que luche contra el neoliberalismo y que enfrente a la derecha y no perderse en conflictos secundarios”.
Quedó claro: Carmona se arranca con los tarros y se pierde en conflictos secundarios. Para precisar, Núñez agregó, “el PC respalda la política de seguridad del gobierno”. También se entiende: los montajes incluidos.
Para la prensa burguesa, todo esto es “inédito” en un partido “históricamente disciplinado” y “cerrado” como el comunista.
Los analistas, obviamente, se olvidan de los años ’80, especialmente, la segunda mitad.
Entonces, los dirigentes públicos del PC, Patricio Hales, Fanny Pollarolo, Luis Guastavino, Antonio Leal, Gonzalo Rovira, por nombrar a algunos, se explayaban, en las páginas de “Apsi”, “La Época” y “Hoy” -la prensa opositora ligada al PS y la DC-, primero, y en las de “El Mercurio”, después, sobre por qué la política de su propio partido -y lo que intentaban hacer diariamente numerosos militantes, o sea, sus “compañeros”- estaba irrevocablemente destinada al fracaso.
Debía el PC subordinarse, argumentaban, al gran acuerdo fraguado en Estados Unidos entre los partidos de la oposición y la dictadura. Cosa que, como se sabe, eventualmente hizo.
Pero más allá de eso, aquella campaña, en ese momento, era bastante chueca. Los aludidos, la dirigencia oficial del PC- no podían responder a las críticas que se les hacía; su acceso a los medios de comunicación estaba un tanto limitado, debido a la clandestinidad en que tenían que operar.
Y lo de la “disciplina” comunista también es más una idea fija de los observadores externos que una constatación histórica.
Primero, la pesadez del pensamiento combinada con la más ágil adaptación a cualquier giro político e ideológico, no es disciplina. Es la, eso sí, notable capacidad de abandonar preceptos e ideas y reemplazarlas, sin explicación, por otras, más adecuadas a las necesidades del régimen dominante.
¿Pero hoy, cuáles son esas necesidades?
¿Qué exigencias impone la “coyuntura”? ¿En qué fase de la “lucha contra el neoliberalismo” estamos? ¿Cuál es la “contradicción principal” (un préstamo teórico del maoísmo que al PC le sigue encantando) y cuál la “secundaria”?
Esa es, pues, la discusión o, más apegado a la realidad, la infinita confusión.
La dirección del PC trata de negociar los cupos para las elecciones próximas con sus aliados. Eso es siempre complicado. Pero ¿qué hacen sus propias alcaldesas y consejeros regionales de la Región Metropolitana? Van, y sin avisarle nadie, proclaman al ex DC Claudio Orrego como su candidato a gobernador, junto con el Frente Amplio y el PS, y en contra de la DC y… el PC. Chueco, pues. Otro picotazo, pero en mala.
Y, por supuesto, Orrego sólo espera ganar esa elección para proclamarse candidato presidencial del oficialismo, pero también más allá, del “centro olvidado”; en suma, por encima del bien y del mal.
Alguien dirá ¿pero, cómo? ¿Quién es ese gallo? ¿A quién le ha ganado? Ganado de verdad, se entiende.
La respuesta es fácil. Orrego no apoya sus pretensiones en algún mérito propio, ni siquiera en su nebuloso centrismo, sino en el peso de la demografía: 52% en la RM son un par de millones de votos; en Aysén, son 20 mil, o algo así. Así, con números y datos, a falta de ideas, Orrego pretende cimentar su aspiración.
Mientras los cargos comunales del PC, del Frente Amplio y del PS, le hacen el juego, como a ellos les gusta decir, a esa apuesta, la dirección del Partido Comunista ya se alineó bajo la presunta candidatura de Michelle Bachelet.
“Es el deseo de muchos de nosotros”, declaró Lautaro Carmona, que Bachelet vuelva a ser presidenta. “Usted es la lideresa del sector”, le dijo el presidente del PC en un encuentro con los dirigentes del oficialismo.
Porque Boric, por supuesto, no lo es.
El presidente anda en sus cosas.
De viaje, dentro de Chile o, su último destino, Paraguay.
Claro, no tiene quien más lo reciba. En Europa, ya está todo dicho y hecho. A China ya fue. África es muy… complicado. Queda el continente. Pero ¡ay! está peleado con Lula, con AMLO -por su falta de apoyo ante el problema con Perú y Ecuador- y, ahora, con Petro, que le salió fan de Jadue, una ofensa personal para Boric.
Maduro, Milei, Boluarte, Noboa, Arce… por distintas razones tampoco sirven. Paraguay, entonces. Ya había ido hace un par de meses. Pero no importa. Hay que puro salir.
Por supuesto que Bachelet sabe hace tiempo que ella es la lideresa. Por eso mismo, sostiene en público que no quiere ser candidata presidencial. Viejo truco. O “ambigüedad estratégica”, como le dicen los estudiados.
En este caso, es ambivalencia. Si ella dice que no se va a postular, pero todos los demás dicen que igual lo va a hacer, los competidores quedan inmovilizados. Y al final, si la cosa no se ve bien, siempre puede decidirse por no postularse. Y los otros, del mismo sector, fregaron. Así se conserva el liderazgo.
Los otros pretendientes no sólo quedan inmovilizados, sino que también nerviosos. Es el caso de la ministra del Interior, Carolina Tohá, que también tiene aspiraciones: por eso, aparte de los montajes policiales, se lanzó con tanta furia en contra de las tímidas objeciones del PC al ataque a Villa Francia.
Y todo esto es culpa de Piñera. De no haber muerto, no habría discusión, no habría confusión. Todo arreglado.
En cambio ¿qué tenemos?
Entre tanta pluma y polvo que anda volando, las gallinas ya ni se ven.