Tranquilein, John Wayne

Por un día, todos estuvieron ‘con la pera’. El escándalo de las grabaciones del abogado Hermosilla amenazaba revelar más robos y coimas. Pero pronto, el régimen pudo dar un profundo suspiro: funcionarían las instituciones. Podían estar tranquilos.

Fue la primera reacción la complicada. El medio de comunicación Ciper sólo había publicado partes, las más llamativas, de la conversación entre el coimero abogado Luis Hermosilla, la puntuda operadora María Leonarda Hermosilla y el Shylock de Sanhattan Daniel Sauer.

Pero el encuentro había durado más de una hora y media. ¿Qué más habían dicho? ¿Qué otros datos incriminatorios había en la grabación? Podrían ser antecedentes que sólo los involucrados directos y entendidos en materia financiera sabrían interpretar, y que los periodistas pasarían por alto.

Pero resulta que el registro ya circulaba hace rato por ahí. Por lo pronto, lo habían recibido Radio Biobío y La Tercera que, claramente, optaron por no publicarlo. Los otros actores, al parecer, un montón de gente, que tenían acceso a la grabación, entendían de qué se trataba. Lo que no podían saber qué efecto iba a tener su publicación.

El resto de la conversación reveló la existencia de una amplia estafa del tipo pirámide o Ponzi, realizada con facturas falsas, que iban y venían para aparentar la existencia de un capital inexistente y con el cuál Sauer y sus socios se hacían millonarios.

Los involucrados directos son todos potentados de las colonias judías y árabes que, en estos asuntos, actúan en perfecta armonía, además de otros operadores, ya conocidos hace tiempo, como Darío Calderón, alias el “Conde Negro”, unas hermanas de Andrónico Luksic, entre otros.

Todo eso no era el problema. De hecho, se resolvió posteriormente con cierre de la empresa de factoring de Daniel Sauer, Factop, decretada por la Comisión de Mercados Financieros que, además, le impuso una salada multa al “prestamista judío”, como se llamó a sí mismo Sauer, ironizando con la exacta coincidencia entre sus actividades y los peores estereotipos antisemitas.

El problema era la publicación del audio y qué haría Hermosilla si se veía entre la espada y la pared. Es evidente que ese no es el único negocio trucho en que está implicado y todos saben que está metido hasta las patas en infinitas tramas políticas.

En el Frente Amplio opera a través de su hijo, Juan Cristóbal, una de las eminencias grises de Revolución Democrática. Hermosilla jr. ofrece sus servicios, “navegar exitosamente la nueva configuración pública”, a grandes conglomerados económicos como el grupo Angelini, ayudando a darles un sello “verde” y “ciudadano” a sus negocios. Los nexos de Hermosilla con la UDI son conocidos. Es, en efecto, el abogado de ese partido, y socio de Andrés Chadwick.

Y así con toda una amplia franja de dirigentes políticos, financistas, funcionarios, operadores judiciales que anduvieron durante varias horas con la pera.

La declaración –la “única, por ahora”, como amenazó- emitida por el propio Hermosilla no ayudó mucho a calmar la ansiedad. Habló de una “siniestra maniobra política”, que la divulgación del registro de audio era ilegal y que su contenido estaba resguardado por el secreto profesional. Siempre el jurista, postuló que la grabación no podría, por doble partida, usarse como evidencia en su contra.  

Pero eso fue sólo un ladrido. Al final, nadie mordió a nadie. Para qué, si eso duele y no era necesario.

La fiscalía que, resultó, también tenía la grabación antes de que se publicara, hizo lo que se supondría hay que hacer. Interrogó por diez horas a Leonarda Villalobos que, por lo visto, tenía más ganas de cantar que María Callas. Allanó la casa de Sauer. Y registró las oficinas de Hermosilla, donde incautó su celular y computadores.

Para entonces, la crisis ya estaba contenida y controlada.

No hay peligro.

Así lo evidenció el abogado de Hermosilla, nadie menos que su propio hermano, Juan Pablo. Iba “a cooperar con la investigación”, por supuesto; hay delitos “que se han cometido”; la grabación no está protegida por el secreto profesional ni es una prueba ilegal, “en mi opinión”; y se van a proporcionar antecedentes “muy útiles” para resolver el caso que, en todo, caso “es muy simple”. Todo va a estar aclarado, estimó Juan Pablo Hermosilla, en un mes y medio, no más.

¿Cómo alguien que lo pillaron así, con las manos en la masa, puede estar tan tranquilo?

Fácil. Porque ahora todo depende sólo de que las instituciones funcionen. Y cuando eso ocurre, los Hermosilla siempre zafan.

Veámoslo desde la perspectiva del abogado. ¿Qué delito enfrenta Hermosilla? Cohecho. Llamémoslo soborno, para que se entienda. Él dijo en el audio que tenía un “campeón” en Impuestos Internos al que le debía diez millones de pesos por alguna gestión anterior, no especificada. Y urgió, durante la reunión, a Sauer a que consiguiera plata -unos cien millones de pesos- para coimearlo en el asunto de las facturas falsas. “Así se hacen las cosas”, “necesitamos una caja negra”, “quiero que queme una oficina del servicio”…: todo lo que dijo Hermosilla es muy incriminatorio.

Y le insistió a Sauer, una y otra vez, quizás porque no le creía que él tuviera los recursos, quizás con otros fines, a que incluyera a alguno de sus socios en el grupo inmobiliario Patio, de la familia Jalaff, con un aporte a la “caja negra”.

Cualquiera diría que Hermosilla está frito, con todo lo que dijo.

Pero, eso lo sabe bien, nadie va a ser condenado por hablar leseras.

Lo que se tiene que probar es que le pasaron plata a un funcionario público a cambio de un beneficio. Plata específica y real por un beneficio específico y real. Las dos cosas hay que documentarlas, no basta con que alguien lo diga. Y el que pasaría la plata es Sauer, no Hermosilla, y el que obtendría el beneficio es, de nuevo, Sauer, no Hermosilla.

Y cómo “el beneficio” no existe, porque a Sauer, al final, lo sancionaron ¿dónde, su señoría, está el delito?

Por ejemplo, el jefe de fiscalización de la Comisión de Mercados Financieros, con el cual Hermosilla llegó a “un acuerdo”, según relata en la reunión, Andrés Montes, hijo del actual ministro de Vivienda, ordenó cerrar Factop. Habrá recibido plata o favores, se podrá suponer; habría que encontrarla primero. Lo que no hay es un beneficio para Sauer.

Pero más importante que la ley, es el hecho de que todo el asunto queda ahora en manos de la fiscalía, de su jefe, Ángel Valencia, que le debe a Hermosilla, y de jueces, que también le deben a Hermosilla.

Todo bajo control.

A cambio, desde luego, en este caso, está la promesa del abogado de que no va a andar amenazando al personal político del régimen con represalias. Y éstos, por su parte, no se atreven con Hermosilla.

Destrucción mutua asegurada.

Balance nuclear.

Así, todos van a zafar de algún modo, en algún momento, cuando ya nadie se acuerde.

La única que está en peligro es la chica Leonarda que, por eso mismo, está contando todo, todito, y algún funcionario de Impuestos Internos que pillen volando bajo. Ya sabemos, el mercado es cruel y nada es gratis. Alguien tiene que pagar.

Sólo que no los indecentes ladrones que manejan este país.