Alguien le ha dicho al ministro de Hacienda Mario Marcel que debe mostrar optimismo. Debe ser por eso de las “expectativas”. Hace meses que viene predicando que este 2023 iba a ser un año de despegue económico.
Eso tiene que ver, en parte, con el ajuste que él implementó el año pasado. Si la política de altas tasas de interés y de ajuste fiscal (excepto para los pacos) fue excesiva –como dijimos aquí hace más de un año– sería uno de los factores de la actual de recesión. O, por decirlo de otra manera, sería el gobierno el culpable.
Hasta ahora, los datos han matado el relato de Marcel. El Imacec, que mide la actividad económica mensual, una especie de índice del PIB para gente apurada, muestra mes tras mes una caída con respecto al año anterior. Única excepción: el mes de julio, en que hubo un salto tan significativo como pasajero de 1,8%.
La última medición del Banco Central es de -0,9% para agosto. Todo esto permite hablar de la temida palabra “R”-recesión.
Pero ese es un término que nadie quiere mencionar. Tampoco Marcel. “El componente negativo está concentrado en el sector de servicios, fundamentalmente explicado por el paro de profesores que afectó a la educación pública durante una semana en el mes de agosto”, señaló.
¡Ah! ¡El famoso paro de profesores! Convocado a contrapelo de la dirigencia nacional del Colegio de Profesores, realizado a desgano sólo en algunas regiones y, ciertamente, no durante una semana… ¡Ese paro! ¡Por supuesto, cómo olvidarlo!
Ya lo sabe: si el sueldo no alcanza, si nadie contrata a nadie, si cierran empresas y crece la cesantía, la culpa es… de los docentes.
Seguro. Estoy que te creo.