Tradición golpista

El ex presidente, Sebastián Piñera, sorprendió con una revelación sensacional: hubo un “golpe de Estado” en Chile el 2019, pero «no tradicional», agregó. Interesante.

En una entrevista en Argentina, Sebastián Piñera, ante la pregunta de su interlocutor sobre fantasmales conspiraciones de cubanos y venezolanos para derrocarlo, salió con que lo que había ocurrido en Chile durante octubre del 2019 había sido un golpe de Estado, pero debió aclarar a la audiencia que fue sin participación de los militares, como frecuentemente ocurre.

La explotación de los recursos naturales en manos de empresas extranjeras, la estafa a mansalva de las AFPs sobre las imposiciones de los trabajadores, las jugosas ganancias de las Isapres, la falta de recursos para los hospitales, la privatización de las escuelas, el apernamiento de los partidos políticos y su corrupción, el gasto excesivo en los militares, el robo de los altos mandos uniformados, el alza de los alimentos, la locomoción, la falta de futuro, entre otras muchas más situaciones que vive el pueblo, para el simplón de Piñera no fueron fundamentales para que se produjera el alzamiento popular de octubre del 2019.

Según él, el golpe de Estado fue orquestado por anarquistas y terroristas que, junto a su fiel amigo, “el fuego”, trataron de quemar lo que veían: escuelas, iglesias, transporte y centrales de electricidad. Tanto él como su mujer, que había planteado la hipótesis de una invasión alienígena, difieren en quiénes eran los agresores.

Pero ambos, parece enloquecieron, frente a lo que les superó como personas y cómo parte de la clase burguesa. Es lo que Piñera expresa hoy. Ellos siguen sin comprender bien qué pasó y para ello deben inventar “historias creíbles” para su público y para sí mismos.

Ahora, seamos realistas. No sólo la burguesía sigue confundida por las causas de lo acontecido en octubre del 2019, sino también la llamada izquierda, que inventó el “estallido social”. Toma la misma mirada de Piñera. No se explica lo que sucede. Da por hecho que fue algo espontáneo e irrepetible. No es de extrañar que frente a esas visiones diferentes de un mismo hecho llegaran a conclusiones similares. Estaba en peligro la existencia del régimen, lo que significó reunirse, transar y llegar al «proceso constitucional».

Lo que queda de evidencia de esta cantinflada de Piñera, es que, mientras sigan mintiendo, van aclarando qué visión política tenían en ese momento y exhiben el miedo que los embargó. Le temen tan intrínsecamente al pueblo que no son capaces de nombrarlo como enemigo.

Porque el levantamiento popular de 2019 fue eso: una serie de hechos en que el pueblo mostró, marginalmente, lo que puede hacer si no es tomado en cuenta.

El pueblo no hace golpes de Estado, hace revoluciones, y lo que sucedió el 2019, fue adquirir masivamente experiencia que no tenía, para el futuro. Por ese motivo, el régimen pudo reprimir y matar. Pero lo fundamental es que el mismo Piñera no detuvo el movimiento social. Fue el propio pueblo el que paró, enfrentado a un mal mayor al del gobierno, el covid-19.

Piñera puede ir ensayando una nueva palabra a su léxico, revolución, pues eso es lo que depara el futuro.