Hablan de lo que ocurrió hace 50 años, tanto adultos “jóvenes” como vetustos. La política transcurre entre asientos mullidos y comidas opíparas. El mundo de la burguesía no tiene cabida para los espectadores de siempre: el pueblo.
Para la burguesía, el recuerdo de los cincuenta años le causa regocijo y morbo. Se les afloja la quijada hablando de lo que fue y de lo que ellos quieren que sea. Conjuran recuerdos olvidados; de paso, cambian la historia a su convenciencia.
Nosotros conocemos la verdad, sabemos quiénes se postraron como sirvientes ante gobiernos extranjeros, quiénes mataron, quiénes festejaron, quiénes se enriquecieron, y quiénes siguen diciendo mentiras.
Pero todo eso no nos interesa, en verdad.
Ellos sólo hablan de ellos mismos, como se sienten “enfrentados” o “reconciliados”.
Nosotros hablaremos de nuestro pueblo. Nostros recordamos a los muertos y a los luchadores de siempre. No los olvidaremos; van con nosotros a cada paso que damos. Ellos serán parte de la nueva sociedad que crearemos.
Nuestro pueblo se ha templado entre luchas y esperanzas. Sabe de sobra que, para tener un aumento de sueldo, más horas de descanso o, simplemente, ser respetados como seres humanos, se debe pasar a la acción, para defenderse y para atacar, en contra de los empresarios y los burócratas de toda laya.
Sabe de esperanzas, impulsado por líderes honestos surgidos de sus propias entrañas, que ante el enemigo de clase ha puesto su pecho como escudo. En estos cincuenta años identificamos, entre otros, a Miguel Enríquez, Clotario Blest, Tucapel Jiménez, Cecilia Magni, Raúl Pellegrin, Matías Catrileo, Alex Nuñez, y miles más de mujeres y hombres que condujeron al pueblo en marchas, en las barricadas y en las primeras líneas de lucha frontal.
Cada avance, aún el más mínimo, ha significado golpes, arrestos, heridos y muertos. Cuando se lucha, no hay marcha atrás. Se involucran todas nuestras familias. El enemigo lo sabe; por eso, entre las víctimas siempre hay niños. Al gobierno y sus secuaces, no les importa a quiénes hieren o matan, lo importante es el terror para frenar la lucha.
En estos cincuenta años, hemos resistido.
Pasamos por un golpe de Estado y todas las posteriores repercusiones que vinieron después: despidos, listas negras, persecuciones, allanamientos, golpizas, crisis económica, hambre, cesantía y, pese a todo, seguimos luchando.
Tuvimos que afrontar otra crisis económica en los ochenta, inscribirnos en el PEM y en el POJH, pasar nuevamente hambre, sufrir cesantía e ir a otros países a trabajar, reactivar los sindicatos, agitar para que se proteste contra la dictadura, organizarnos en las poblaciones y salir a protestar.
Nadie necesita convencer o argumentar por qué se lucha. Todos lo entienden claramente; sólo deben luchar.
Pasados los noventa, no paramos de luchar, seguimos. Pero entonces, muchos de aquellos que decían que estaban con el pueblo, se pasaron a proteger a los políticos y a los ricos. Fueron comprados con cargos y sueldos y coimas.
Se incrementó la represión en contra de quienes seguían luchando. Como trabajadores seguimos organizándonos. Otra vez, a comienzos del nuevo siglo, se reactiva la lucha frontal en contra del régimen.
Nuestros hijos salen a reclamar por sus demandas y hacen extensivas las nuestras. Son reprimidos, pero avanzan. Nos seguimos organizando, hacemos huelgas y paros, salimos a la calle por nuestras reivindicaciones y aparece el 2019.
Debemos salir a reclamar, a mostrar que deben escucharnos. No lo hacen. Nos arrastramos como una masa incontenible en contra de aquellos que protegen a la burguesía, quemamos sus bienes, los apedreamos, los insultamos, pero no los matamos. Ellos responden con la violencia que daña, mutila y asesina. Seguimos adelante, pero la pandemia nos llama a pensar y a sobrevivir.
Hoy, continuamos. Nos organizamos, nos preparamos, como siempre lo hemos hecho, para lo que viene. Seguimos, luego de trabajar toda la vida, con poco. No debemos convencer a nadie por qué luchar. Todos saben las carencias de la salud, de la educación, de la explotación, de las jubilaciones injustas, de la opresión a los mapuches.
Para lo que viene, ya sabemos lo que tenemos que hacer.
Para el pueblo, la lucha de Emilio Recabarren fue hace dos días. El 2019 fue hace minutos. Y lo que pasó hace cincuenta años, apenas fue ayer.