La seremi de Justicia y Derechos Humanos de la región del Biobío accedió al cargo en representación del partido Izquierda Libertaria, una corriente de origen anarquista. Alguien, que claramente no le tiene buena a la funcionaria, divulgó ahora que en su tesis de grado adhiere a posiciones ultra-católicas, contrarias al matrimonio homosexual.
Hay pocas cosas que pudieran considerarse realmente como convicciones en el actual oficialismo. Pero -quizás, quizás, tampoco podemos estar tan seguros- la adhesión a ciertas posiciones del feminismo y de inclusión de las disidencias sexo-genéricas, para usar una formulación corriente, podrían estar entre ellas.
La malhadada protagonista del caso lencería, Camila Polizzi, por ejemplo, vio como el Frente Amplio le retiró el apoyo a su candidatura a alcaldesa de Concepción cuando se mostró menos que entusiasta en su adhesión al aborto libre.
Ahora, en esa misma ciudad, el oficialismo tendrá que ver cómo resuelve un complicado problema. La seremi de Justicia, Claudia Soto, presentó, hace unos años ya, una tesis de grado en que se pronuncia en contra del matrimonio homosexual, en general, y en contra de la posibilidad de que parejas del mismo sexo adopten niños, en particular.
La noticia generó una inmediata reacción en los distintos colectivos LGBTQ. El Movilh señaló que se trata de una “tesis homofóba” y exigió la inmediata renuncia de la funcionaria.
La divulgación de extractos del trabajo “académico” le dan cierto sustento a esa posición. Las conclusiones de la tesis son sólo una letanía superficial de consignas ultraconservadoras y prejuicios: la adopción homoparental genera “confusión y perjuicio en el desarrollo de su personalidad (del niño) con consecuencias lamentables a corto, mediano y largo plazo”; “no ayuda a los niños a ‘encaminarse hacia la heterosexualidad, se les presenta a la homosexualidad como una alternativa, cosa que no es así, lo cual les provoca una regresión, erotizando sus identificaciones iniciales”; “la posible adopción de niños puede llevar a jugar con la vida de ellos y convertirlos en conejillos de indias, privándoles de los conceptos fundamentales de la familia”, etc. etc.
¿Evidencia? ¿Razones? ¿Argumentos? Te los debo.
Pero, se podría argumentar, la funcionaria fue, en una de esas, cambiando de ideas.
Fue pasando del integrismo católico, que es el fundamento no explicitado de sus afirmaciones, al anarquismo o, más preciso, al comunismo libertario, que es la base ideológica del partido en el que milita, la Izquierda Libertaria.
No sería la primera persona que llega a una visión de mundo mediante la crítica sistemática y descarnada y constante de sus propias ideas y preconceptos. En eso no se distinguen los creadores doctrinas revolucionarias como Marx y Bakunin, aunque el enfoque del anarquismo sea más idealista.
Pero esa explicación, perfectamente razonable, es desmentida de manera tajante por la propia Soto: “yo no pienso lo que dice la tesis”, declaró. “Nunca lo he pensado, nunca he estado a favor de limitar las libertades de las demás personas. Todo lo contrario, siempre he sido [quiere decir “he estado”] a favor de la adopción homoparental”.
Pero, pero… ¿qué… cómo…?
“Mi error”, continúa la autoridad ministerial, que percibe una remuneración bruta mensual de 4,6 millones pesos, “mi error fue conformarme con los lineamientos y no cuestionarlos más allá, ya que nos regimos a lo [debe decir: “por lo”] que nos dijo el profesor y [en] lo que nos guiaba, las correcciones que nos hizo, la bibliografía que nos dio, así que respetamos mucho eso, pero nunca representó lo que nosotros pensamos”.
“Ésta es la memoria que hicimos con una compañera cuando éramos alumnas de pregrado en la Católica [de la Santísima Concepción, por cierto]. Nosotras le pedimos al profe que nos propusiera temas y nos propuso varios temas: nosotras escogimos éste porque pensamos que podríamos darle una perspectiva diferente, o quizás dar ambas perspectivas […] entendiendo siempre que estábamos en una universidad católica y que, quizás, no sería bien vista una tesis, una memoria muy abierta”.
Podríamos seguir con nuestra conversación imaginaria con la secretaria regional ministerial -¿por qué no tomó otro tema; el comodato en el derecho romano, la propiedad sobre las abejas fugitivas, fallos de recursos de protección de la Corte de Apelaciones de Concepción entre 1999 y 2001, cualquier cosa?- pero ya sabemos que se trata de algo muy distinto.
Lo que pasa es que la compañera Soto es una anarquista inteligente, al modo descrito por poeta portugués Fernando Pessoa en su obra “El banquero anarquista”:
“Lo que yo quiero decir es que entre mis teorías y la práctica de mi vida no hay ningún desacuerdo, sino una conformidad absoluta. En mí, sí, en mí, banquero, gran comerciante, acaparador, si Ud. quiere, en mí la teoría y la práctica del anarquismo están reunidas y ambas son verdaderas. Ud. me comparó con esos tontos de los sindicatos y de las bombas para indicar que soy diferente de ellos. Lo soy, pero la diferencia es ésta: ellos (sí, ellos y no yo) son anarquistas sólo en la teoría; yo lo soy en la teoría y en la práctica. Ellos son anarquistas y estúpidos, yo, anarquista e inteligente”.
Sin quererlo, la compañera Soto ha dado en el clavo. Lo ha explicado todo: todo lo que pienso depende de si me sirve o no. No hay que ser tontos, como los de las bombas y de los sindicatos.
Esa inteligencia o, mejor dicho, mentalidad la comparte Soto con toda la franja liberal que conforma el actual oficialismo y que va del liberalismo, pues, “libertario” a diversas variantes “social” liberales.
Lo importante es ser siempre inteligentes.