Con el agua hasta el cuello

No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. El no tan famoso “Consejo Constitucional”, luego de semanas de sacar la vuelta, debe ahora definirse. Pero sus integrantes ya lo saben: hagan lo que hagan, están destinados al fracaso.

2 de septiembre de 2023

Alguien podría creer que se trata de una disputa teológica del antiguo Bizancio, en que, según se dice, se discutía sobre cuál era el sexo -hoy diríamos género- de los ángeles. Y como, perdón, los ángeles no existen, se podría decir que los sabios de la Roma del Este peleaban por puras leseras.

Los miembros del Consejo Constitucional no son sabios, por cierto, en ningún sentido de la palabra. Tampoco lo son los llamados “expertos” que elaboraron un “anteproyecto”, luego de darse muchas vueltas, en que intercambiaron, con gran cortesía y urbanidad, sus propias leseras, en un tono más docto, pero leseras, al fin y al cabo.

Lo raro es que el anteproyecto, que es un texto constitucional ya terminado y perfectito, poco tenía que ver con los estuvieron discutiendo. Salió como de la nada, luego de un largo fin de semana de cocinarlo. Era el consenso de los partidos del régimen desde los comunistas hasta el grupo de Kast.

Y ese acuerdo constitucional consiste en dejar todo tal cual como está.

Es cierto, hay algunas variaciones. Por ejemplo, se declara que Chile “se organiza como un estado social y democrático de derecho”, una fórmula copiada de la constitución española de 1978. ¿Qué significa? Lo que usted quiera, mi amor. Para el oficialismo, son palabras mágicas que arreglan todo lo demás. Para la derecha, es exactamente lo que siempre han pensado: AFP, Plan Laboral, privatizaciones… todo social y democrático. En el fondo, agregan, es sólo otra forma de decir subsidiario, la palabra fetiche del pinochetismo.

También, y razones desconocidas, a los derechos consagrados en cualquier constitución liberal, los expertos le sumaron ahora deberes. Un giro, sin duda, inesperado.

La sociedad burguesa -y sus constituciones- promete iguales derechos (por ejemplo, el de gozar de las ganancias de una empresa protegido por todo el poder del Estado) e imponen, en los hechos, desiguales deberes: unos trabajan, los otros sólo… gozan. Los derechos proclamados por la burguesía -sí, también los derechos sociales- sólo pueden tener sentido si los deberes para hacerlos posibles fueran iguales.

Pero no es ese problema el que preocupa a los expertos del régimen. Sus deberes son tan ideales como los derechos que prescriben en su borrador: hay que querer a los papás, al prójimo, a la democracia, a la patria, a la bandera y el escudo, hay que pagar impuestos, no hay que botar basura en la calle ni rayar estatuas.

Lindo.

Una vez cerrado este acuerdo del pinochetismo tardío, parecía estar todo en orden. Pero faltaba la etapa en que los llamados consejeros constitucionales, elegidos en mayo, podían meter, aunque de manera limitada, la cuchara.

Y esos eran, principalmente, los súbditos del pequeño reino imaginario de José Antonio Kast. De manera inesperada, habían desbalanceado el equilibrio entre los partidos del régimen. Prometieron, sin embargo, no romper el acuerdo. Sólo se les debía permitir engalanar el pinochetismo tardío del anteproyecto con algunos toques de pinochetismo de primera hora. Nada grave.

Los otros partidos de la derecha se dijeron que, si el grupo de Kast podía jugar un poco, ellos seguramente también podrían hacerle retoques reaccionarios al texto, de por sí reaccionario.

El resultado asustó a todos. ¿Se habían excedido? ¿Habían mostrado demasiado? ¿Qué pasará cuando todo esto deba ser sometido a un plebiscito?

Las sesiones de las comisiones del Consejo Constitucional se convirtieron en un ejercicio, pues, bizantino. La idea era ganar tiempo. Los adláteres de Kast invitaron a todo el cuerpo académico de la Universidad de los Andes, un establecimiento de la secta del Opus Dei, ubicada literalmente en medio de la cordillera. Esos profesores hicieron largas exposiciones en que explicaron las indicaciones o enmiendas presentadas por la ultraderecha.

¿Pero qué explicación podrían ofrecer? Y los consejeros que, para no equivocarse, prefieren leer minutas preparadas por asesores ¿qué razones podrían dar?

Su contraparte, el oficialismo, en tanto ¿qué podría responder, aparte de expresar su “preocupación” o sus “dudas”?

Así, han pasado los días y las semanas.

Ahora, sin embargo, empezarán a votar. Lentamente, eso sí. Primero, las comisiones, después el pleno, después las observaciones de los expertos. En otras palabras, todavía se puede aplazar lo inevitable.

Pero el momento llegará en que tanto el pinochetismo, tanto en su variante decadente como en la nostálgica tendrán de que decidir y decir la firma: los ángeles ¿son chicos o chicas? ¿O no binarios? Ocurrió que justo cuando los notables de Bizancio trataban de resolver ese quemante problema, los turcos lograron romper las murallas de la ciudad y derrumbaron el imperio.