La caída de Bajmut

Las fuerzas rusas han anunciado la conquista de la emblemática localidad en el este de Ucrania. De ahora en adelante, volverá a su antiguo nombre, Artemivsk. Se trata de la conclusión de una batalla que se prolongó durante siete meses y que costó la vida de miles de soldados.

Artemivsk lleva hace mucho tiempo en la línea del frente. Cuando se produjo el levantamiento popular en contra del reaccionario régimen del Maidán en Kiev, esa localidad minera fue la primera ciudad que se manifestó en contra de los nuevos gobernantes y a favor de la causa separatista.

El lado ucraniano declaró tempranamente que la pérdida de la ciudad sería “inaceptable”. Incluso, hasta estos momentos, siguen negando la derrota. Su resistencia irracional durante meses llevó a la muerte a miles de sus soldados.

En varios pasajes del enfrentamiento, las tropas ucranianas duraban un promedio de 40 minutos en el frente de batalla. Por eso el prolongado combate se conoció como la “picadora de carne”. La historia de Artemivsk ya no sólo recordará a los tres mil judíos asesinados por los nazis en esos parajes; además, tendrá que contar la muerte inútil de cerca de treinta mil soldados ucranianos.

Para los soldados ucranianos, Bajmut era “la fortaleza de la madre patria”. Los propagandistas occidentales la habían convertido en el símbolo militar y político de la preservación del régimen de Zelensky. De allí, no pasarían las tropas de la milicia Wagner, una unidad de élite “privada”, desagregada del ejército ruso.

El éxito militar sucede un año después de la toma de otra ciudad emblemática, Mariupol. Allí, las milicias separatistas y el ejército ruso vencieron al regimiento Azov, de clara orientación nazi, y dieron una victoria que se selló con la entrada a Rusia de las zonas rebeldes de Ucrania.

En el caso de Artemivsk, el impulso puede llevar a ganar más terreno hacia ciudades emblemáticas de Donetsk y al deterioro de la moral combativa de las huestes ucranianas.

La “operación militar especial” llevada adelante por Rusia en suelo ucraniano ha cumplido con creces lo esperado por los habitantes de las antiguas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Pero difiere fundamentalmente de las previsiones de los militares rusos, pues de una operación o guerra circunscrita a un país, ha pasado a ser una guerra no declarada contra la OTAN, dirigida por Estados Unidos y secundada, principalmente, por Reino Unido.

La batalla en Artemivsk desgastó al enemigo. Luego de 224 días, culminó con una amplia destrucción de recursos humanos y técnicos en el lado ucraniano, y con una intervención evidente de los militares occidentales en los asuntos tácticos del conflicto.

Los países de la OTAN aumentan su involucramiento, pues ven en el escenario futuro una posible derrota que no podría ser cuantificada. Esto los obliga a apostar cada día más fuerte, poniendo más armamento de última generación en el campo de batalla. No bastaron bombas con uranio empobrecido, los misiles balísticos, los tanques; ahora esperan sumar aviones. Todo esto lleva la contienda a situaciones inesperadas y peligrosas, provocadas por la irresponsabilidad de los gobiernos de Europa, azuzados por Estados Unidos y Reino Unido.

Como vemos, tanto la victoria en Mariupol como en Artemivsk, son sólo hechos pasajeros dentro de una guerra que no sólo se da en el área militar, sino que involucra aspectos económicos, políticos, culturales y sociales de las naciones que están disputando el dominio mundial.

Es el típico mensaje retrógrado de que “el hombre es el lobo del hombre”; su implicancia es que alguien debía dirigirlo férreamente. Es el mensaje de la burguesía. Incluso entre ellos mismos se debe cumplir con ese postulado. Para ellos, esto no es lucha de clases, sino una lucha entre malos y menos malos.