Los candidatos presidenciales Gabriel Boric (izq) y José Antonio Kast posan para los fotógrafos antes de un debate televisado en Santiago, Chile. 13 diciembre 2021. Elvis Gonzalez /Pool vía Reuters

Anulados y derrotados

La ultraderecha alcanzó una votación récord en la elección más irrelevante de la historia. Más de 2,7 millones de personas invalidaron su sufragio en esta farsa, que demuestra, una vez más, la impotencia política del régimen.

El presidente de la República, Gabriel Boric, compareció ante las cámaras de televisión pálido, como si hubiese visto un fantasma. Según el plan inicial, el mandatario no debía pronunciarse sobre los resultados de las elecciones al consejo constitucional, al menos no inmediatamente. Así, pensaban sus asesores, dotados de una ingenuidad casi tierna, no se vería mezclado en la derrota del oficialismo.

Sin embargo, una vez verificado el desastre electoral, todos cambiaron de idea y Boric declaró que “seguiría gobernando”. Por lo visto, juzgó necesario aclarar ese punto. Pero el mensaje principal estaba dirigido a las “fuerzas democráticas”. En la particular nomenclatura de Boric, eso se refiere a la derecha de Chile Vamos, a quien pidió, por favor, persistir en el camino de los “grandes acuerdos”.   

No debió haberse preocupado tanto.

Su gobierno está a salvo; básicamente porque nadie -y menos la derecha- quiere tomar ese papel. Los representantes, derrotados y anulados, de la UDI y RN, se apuraron en ofrecer garantías de que todo iba a seguir como hasta ahora. Incluso Kast y los voceros de su grupo desplegaron la máxima suavidad de la que son capaces. “Humildad” y “diálogo” por el “bien de Chile” fueron las palabras clave de sus pronunciamientos.  

Todos recogieron la figura del péndulo que invocó Boric. Un péndulo que oscila violentamente de un extremo a otro y que, ay, debe ser calmado para que cuelgue inmóvil en el centro bendito.

Los comicios de este domingo le dieron al grupo de facinerosos de Kast la más alta mayoría de un partido desde que la DC arrasara en las elecciones parlamentarias de 1965. El 35,4% del Partido Republicano eclipsa el 7,4% de RN y el 8,8% de la UDI.

Curiosamente, el más golpeado políticamente, el oficialismo, con 28,5%, mejoró su votación con respecto a las elecciones parlamentarias de 2021, cuando la suma de Apruebo Dignidad y el PS fue de 26%. Los otros aliados del oficialismo, la DC y el PPD, desaparecieron del mapa, pero sus resultados relativos son iguales o mejores que en 2021.

Todo este no tiene mayor trascendencia.

El órgano elegido este domingo cumple un papel muy subordinado en el intrincado diseño constitucional del régimen.

Pero eso no impidió, por supuesto, el ya conocido roteo de nuestros progresistas inclusivos, interseccionales y plurinacionales que, otra vez, juraron que nunca más moverán un dedo por esa gente pobre tan poco agradecida de sus servicios y preocupaciones.

Las imprecaciones e insultos estuvieron, en esta ocasión, acompañados de renovadas visiones de un futuro nazi-fascista que, ineluctablemente, esperaría a Chile.

Grande va a ser su sorpresa cuando descubran que, en el parlamento y en el consejo constitucional, todo continuará con la misma dinámica: la derecha hace sus exigencias; el gobierno las cumple íntegramente; la derecha se queja de eso sería insuficiente y extrae más concesiones; y, así, hasta el infinito.

Los nuevos bríos del grupo de Kast, acaso, sólo acelerarán ese proceso que, en lo inmediato, tiene cuatro objetivos o prospectivos “grandes acuerdos”: más represión, salvataje a las AFP y las isapres, protección del gran capital y una nueva constitución al gusto del régimen.

A eso último, por lo pronto, se le podrá decir “en contra” en el plebiscito a fines de año. Y, en todo lo demás, enfrentarán una necesaria respuesta popular que ya no tendrá razones ya para ser finas distinciones y ser tan cuidadosa como antes.