Es que le faltaba charme

Ese discreto encanto de la burguesía, ese no se qué, el charme que le dicen. Era muy morocha, tan nortina y bastante malandra. A la Karla Añez Gajardo no le daba más que pa’ traficar medio kilo de falopa, chicha y celulares. Le cortaron la carrera política de un zuácate.

Porque, a fin de cuentas, ¿no es acaso siempre cuestión de clase? No tenía apellido vinoso, ni amigos en las altas esferas de la corte. Era una matona de pueblo. Vendía celulares en la cárcel de mujeres, traficaba cocaína, tenía liderazgo y se declaraba «experta en seguridad». Suficiente para ser candidata, pensarían los del Partido de la Gente.

Pero se supo y la tuvieron que cortar. El cinismo de la clase política hizo de inmediato astillas de esa ramita caída. Que cómo era posible, que es un escándalo. Aunque, en un desliz un tanto cómico, la ex abogada de Franco Parisi, y también candidata a consejera constitucional de ese engendro de partido, dijo que “todos tienen derecho a arrepentirse” .

Siempre viene bien un caso “popular” de corrupción. Un robo hormiga como ejemplo. No vaya usted a quedarse pegado en que al ex patrón de Vitacura, «el Tronco» (así le dicen) Torrealba aún no lo han formalizado, aunque se robó millones en el mismo modus operandi -los sobres en efectivo depositados en sus respectivas cuentas corrientes por un don nadie- que usaron los altos mandos de los pacos, los milicos, pdis.

Ni que decir del largo suma y sigue en el que han estado metidos diputados y senadores, coimeados por Soquimich para escribir las leyes a medida; o los gerentes de la Polar, o los Matte coludiéndose para robarnos $30 en el confort, el pollo, los chanchos… etc. etc. etc.

Y los que le lavan la plata a los narcos y los que venden el país entero y los que son suches del capital extranjero y los que saquean y explotan y los jueces que los legitiman y los pacos y milicos que los protegen… Pero no. La delincuente es la Karla que andaba por el lado salvaje de la vida.

Nuevamente, repitan con nosotros la lección de esta fábula de poca monta: para meterse en la política hay que tener apellido compuesto (al menos un Juan José o un María Pía), de lo contrario cuando le pillen el choreo, las va a pagar con una buena foto de frente y de costado en la prensa nacional.